casa de fieras
Retales de diciembre
Se acaba el año otra vez en este paisaje de diciembre. Y nosotros también nos acabamos un poco
Desde la traición y el olvido
Despolarización
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Iniciar sesiónSe cae el cielo en Norteña. Llueve todo el cielo y los verdes se vuelven grises desde la ventana. En el tren, una pareja de ancianos mira sus móviles haciendo 'scroll' con el volumen a tope. Se mezclan los sonidos del mitin de uno con ... una carcajada que escapa de la pantalla de la otra. Detrás, dos señoras comentan lo de la gripe. –Que si tiene que ver con la aviar– o no sé qué. Una dice haber escuchado a Herrera decir que la vacuna no estaba dando los resultados esperados. Pero que sí, que tenía algo de relación con la gripe aviar. –Que se lo he oído a Carlos Herrera, te digo. –Y ahora lo de la peste porcina… —desliza la otra.
Es una extraña cadencia eso de no salir de una y entrar en otra. Inevitable, que diría Ignacio. Delante, un tipo no deja de recibir llamadas. Vende algo, pero no consigo averiguar de qué se trata. Hay otro que lleva los cascos puestos y habla altísimo. Molesta a todo el vagón. Es de esos que no han entendido todavía que da igual lo que uno grite o susurre, que el sonido de las llamadas se rige por una frecuencia que no varía según lo alto que hables.
El Alvia siempre me ha gustado porque no es tan pretencioso como el AVE, pero sí igual de cómodo. Y huele a tren que va al norte, como si todos olieran igual. Yo creo que lo hacen. Dos pasajeras no dejan de caminar de un sitio a otro con una bolsa de plástico que colocan en el portamaletas. Yo creo que están mangando. Una me aguanta la mirada un par de minutos. Tenía cara de haberle pegado a la metadona años atrás; o meses; o hace un rato. Al poco tiempo se movieron y dejaron la bolsa de plástico en otra parte. Como si luego, al recuperarla, metieran mano también a la de al lado. Al pasar Palencia las pierdo de vista, pero tenían esa mirada que a veces tienen los zombis.
Llegamos puntuales a Torrelavega. Al parar el tren, una señora mayor se coloca a mi lado. Sujeta entre sus brazos a una perrita de esas pequeñas, con cara de mala gente y nariz chata. Dos empleadas llevan tres maletones enormes de la señora. Consigue deshacerse también de una bolsa de portar mascotas que coloca en manos de una de ellas: –Es que tengo que llevar en brazos a Daisy y puedo tropezarme –asegura. Dos chicos comentan que el cartel del Sonorama del año que viene es un delirio. No sé si eso es bueno o malo. Creo que todo delirio tiene un punto mientras la cosa no termine de manera tremenda.
Me escribe Andrés desde Buenos Aires para recordarme que Juan Manuel de Prada es el escritor excluyente de su generación, gracioso y valiente, y la pluma imprescindible de España y del territorio del idioma. Le digo que sí. También hablamos de Sumisión, de Houellebecq: anticipación política, soplo de conciencia…
Se acaba el año otra vez en este paisaje de diciembre. Y nosotros también nos acabamos un poco.
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