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Y se perdió en la noche

Había ido abrazando, con lenta reverencia, a cada uno de sus amigos. Y se perdió en la noche

Gabriel Albiac

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Viajé después. Hui. De los recuerdos. Eso hace un hombre cuando dice que «viaja»: planificar fingidas fugas donde alzar los palacios del olvido. Mas, como enseña Platón, nada se olvida. Y, en los áridos dominios de la Reina de las Nieves, allá donde, en fragmentos ... asombrosos, los glaciares vienen a perderse en el mar que devora todo, aquella última conversación nuestra retornaba. «Última» es la palabra más grave. Cuando es, de verdad, última. Él sabía que lo era, aquella noche de un mes antes, en su mínimo apartamento de profesor recién jubilado en el barrio de las Ventas madrileño: libros y música, es todo. Todo lo que es imprescindible a un hombre: un sobrio jardín de Epicuro.

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