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Gracias, Putin, ha salvado a Europa

«Al ‘prohibir’ a Georgia y Ucrania adherirse a la OTAN, acaba de reinventar la organización. Los europeos y los estadounidenses, que no consideraban demasiado urgentes estas solicitudes de adhesión de Ucrania y Georgia, de repente no tienen más opción que cerrar filas, rearmarse y disponerse en orden de batalla»

Guy Sorman

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En 1991, cuando Boris Yeltsin, visionario y demócrata, disolvió la URSS, Europa respiró; la Guerra Fría había terminado. Desde luego, el mundo seguía siendo peligroso por naturaleza, pero los estrategas occidentales se plantearon entonces incorporar Rusia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN ... por sus siglas en inglés) frente a un posible adversario futuro, como China, por ejemplo. ¿O quizá se debería disolver la Alianza Atlántica, cuya razón de ser ha desaparecido? Pero los vecinos inmediatos de Rusia, que tienen buena memoria, nos recordaron oportunamente que detrás de la URSS se escondía una potencia expansionista, desde el reinado de Catalina II. Los países bálticos y Polonia, en particular, recuerdan haber sido anexionados no por la URSS, sino por la antigua Rusia. Los rumanos, los búlgaros y los turcos también recuerdan esta larga historia cuando el Ejército ruso, presionando en las fronteras, intentó llegar al mar Negro y apoderarse de Constantinopla. De modo que, gracias esencialmente a la memoria de esta Europa del Este y de los Balcanes, la OTAN se salvó. Salvada, pero ocupada en desgarrarse internamente. Turquía seguía formando parte de ella mientras perseguía a Grecia y adquiría armas rusas en lugar de estadounidenses.

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