La rueda temporal y la mudanza
Ha muerto un escritor, un verdadero escritor y, sin embargo, el ruido mediático que le acompañó toda su vida siempre fue más poderoso que su excelencia artística.
Secreto hasta la exasperación en un mundo dominado por la publicidad, ese silencio se valoró en su momento ... como una estrategia de marketing más refinada que la del griterío.
Se equivocaban, desde luego, pero lo curioso del destino del creador de Holden Caulfield, el protagonista de «El guardián entre el centeno» es que describió el proceloso mundo de un adolescente sin calcular que su país estaba embebido en crear un imaginario similar por aquellas mismas fechas.
Aquejado de un forzado gesto eremita, se refugió en Cornish, New Hampshire, y en esa «Arcadia del Nuevo Mundo», convertido al budismo zen, concibió libros que nunca publicó. Pero antes nos había dejado unos cuantos espléndidos, desde luego «Nueve cuentos», que contiene uno de los relatos más fascinantes que he leído, «El día perfecto para el pez banana» y, cómo no, «Franny y Zooey».
Es de esperar que el tiempo haga justicia a la excelencia del escritor en detrimento del gurú mediático, pero sería descabellado no ver en toda esa parafernalia que Salinger , de una manera u otra, ayudó a configurar una parte del imaginario norteamericano de los años sesenta. Esa importancia en la formación de la cultura de masas es algo que se escamotea a los escritores y, desde luego, a los excelentes. No fue su caso. Destino que aún no sabemos si fue aciago.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete