Perdigones de plata

Los hombros de la Legión

Ver a ese legionario con el crío asustado a hombros debería de quebrar los mitos que encadenan las seseras

El general Custer, al lado del general Millán-Astray, no es sino un pobre idiota que cayó en la celada que le tendió Caballo Loco allá en Little Big Horn. Pero los yanquis nos enchufaron un clásico, ‘Murieron con las botas puestas’, hidratado además por ... el inolvidable himno ‘Garry Owen’, y crearon una leyenda. Nosotros jamás hemos sabido vendernos, más bien lo contrario. Frente al mantra difuso de la ‘nueva normalidad’ me conformaría con alcanzar, algún día, una normalidad sencilla, una normalidad donde se disipen los absurdos prejuicios que todavía nos lastran. Contemplar a ese legionario portar sobre los hombros a un crío asustado cuando Marruecos franqueó el paso de sus desheredados debería de quebrar los mitos que encadenan demasiadas seseras.

La Legión, conviene recordarlo, casi desaparece cuando soplaron los primeros tiempos socialistas. La Legión, claro, era facha. Si fuésemos un país normal nadie discutiría los méritos de Cortés, Pizarro o Pedro Páez, el jesuita que descubrió la fuentes del Nilo Azul. Si nos liberásemos de los pertinaces complejos podríamos vindicar la estampa de Millán-Astray, el fundador de la Legión, sin incurrir en caricaturas baratas, basta con leer la biografía escrita por Luis E. Togores para encontrar a un personaje que, de ser normales, supondría una fuente de inspiración bárbara para forjar enérgico celuloide. Me fascina ese «¡viva la Muerte!» cargado de drama. Un lema tan estrepitoso, tan atómico, tan samurái, tan friki si ustedes quieren, destila una potencia colosal que tritura cualquier zona de nuestro confort de primer mundo. Qué poco partido le sacamos a lo nuestro... Fue un francés, Pierre Mac Orlan, el que nos legó una novela, La Bandera, ambientada en la Legión (hay película con Jean Gabin). Y fue Luys Santa Marina el que se fijó en la Legión para su inclasificable, desconocida y demoledora obra Tras el águila del César. Los hombros de la Legión ofrecen múltiples posibilidades, pero sólo si algún día logramos cierta normalidad.

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