Pamplinas de mayo

El padre del alcalde de Londres. Porque no me conozco muy bien la obra de Shakespeare, pero esto tiene que salir en una de ellas: que un moro de la morería paquistaní llegue a alcalde de Londres y no precisamente «degenerando» como el banderillero de Belmonte. Ahí lo tienen, a Sadiq Khan, en la ciudad de las tradiciones y de los uniformes de etiqueta: de etiqueta de Beefeater. Dice la biografía del primer alcalde musulmán de Londres que su padre fue conductor de autobús. Yo lo debí de conocer. La vez primera que estuve en Londres (si hará tiempo que fue con el Club de Vacaciones y en vuelo de Spantax) lo que más me sorprendió fue encontrarme con una ciudad multirracial. Tan multirracial entonces como ahora es el tren de Cercanías de Pozuelo. En aquel Londres ya multirracial que evoco, lo que más me sorprendió fue que muchos conductores de los rojos autobuses de dos pisos (en los que siempre hacíamos el cateto subiéndonos al de arriba, naturalmente), muchísimos conductores, en vez de gorra, llevaban un turbante de vivos colores: naranja, azul, rojo. Un turbante como de indio. Pero no indio de película del Séptimo de Caballería, sino indio de la India. Ahora compruebo que aquel conductor de autobús del turbante no era indio, sino paquistaní. Y probablemente, el padre de un niño de los suburbios que andando el tiempo habría de ser elegido alcalde de la multirracial ciudad de Londres.

Que lo devuelvan. Es lo que pide España, sin que nadie nos haga caso. Que estos diputados que la han doblado menos que Méndez y Fidalgo (a los que por eso, yo creo que de cachondeo, les han dado la Medalla del Trabajo) devuelvan los sueldos cobrados desde que se constituyó la legislatura más corta e inútil de la Historia. Y que los partidos, ídem de lienzo con la tela que trincaron por cada escaño. Respuesta automática del Sistema: que si quieres arroz, Catalina... No sólo aquí nadie ha devuelto un euro, sino que siguen con sus archiperres electrónicos de gañote, ADSL incluido, y sus vales de taxis, hasta el 26-J. Y no conformes con eso, cuando más o menos hayan vuelto a salir los mismos resultados el 26-J, cada partido volverá a trincar 21.167,64 euros por cada diputado que saque. Y la clase media, mientras, cada vez más empobrecida y menos numerosa, breada a impuestos. Tres millones de españoles menos, completamente tiesos, han dejado de formar parte del gran invento de Franco: que no fueron los pantanos ni el sindicato vertical. Fue la clase media, amortiguadora de enfrentamientos sociales, ahora fomentados por estos derroches del Sistema, que les echan votos a paletadas a Podemos e islas adyacentes.

Indultitis. «Ea, pues vamos a intermedio,/y para alegrar la espera,/¡suenen las notas juncales/de la música torera!». Aparte de otros males, como el prohibicionismo de los separatistas como símbolo de España, como el antitaurinismo de muchísima gente joven, como tener los enemigos dentro, ahora el Toreo padece las epidemias de la Indultitis y la Puertagranditis. Hombre, ya que pagamos, que veamos indultar un toro (o dos) y a un torero (o dos) salir por la Puerta Grande. En el Toreo, las rebajas de julio son ya en abril y en mayo. Y no en plazas portátiles de pueblo: en Sevilla y en Jerez.

El Pana. Era el pobre mexicano berrendo en chuflón, con puro encendido en el paseíllo. Pero en la Verdad del Toreo ha quedado tetrapléjico de un volteretón como el que mató a Antonio Bienvenida. Bueno, pues hay malnacidos antitaurinos que se alegran de lo que le ha pasado al pobre Pana. Son sencillamente unos hideputas, por terminar con Cervantes lo que empezamos por Shakespeare.