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La Navidad populista de Ada Colau

Salvador Sostres

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Mi suegro dice siempre que no hay nada más triste que alguien que no cree en Dios. Ahí está el Belén de Ada Colau para confirmarlo. Un Belén sin Dios, y lo que es peor, sin esperanza.

¿Qué nos explica este Belén? ¿Que Dios ... no existe? No. Nos explica que Ada Colau está desesperada por dentro, desahuciada. Su Belén es nuestro espanto, pero es su problema. Esto es importante recordarlo, para no perder demasiado el tiempo en absurdas querellas. Los del resentimiento son ellos, los del complejo son ellos. ¿Alguien piensa que Ada Colau no cree en Dios? Claro que cree. Lo que pasa es que sospecha que no le cae bien, y por eso se comporta de este modo tan absurdo, tan ridículo, tan desesperado. Alguien tendría que abrazarla y bastaría con un abrazo para que dejara de vivir a través de su odio tristísimo, calamitoso, sediento de una voz que le confirme que aún vivir merece la pena.

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