Suscribete a
ABC Premium

Memoria

HAS navegado durante dos días por un río de dolor que lleva hasta el corazón de la memoria. Has visto apagarse en tus brazos la vida que te dio la tuya, como una vela que se extingue entre un chisporroteo de estertores, y has flotado ... a tu pesar en ese amargo vacío sin respuestas que siempre crea la aparición cercana de la muerte. Te ha herido la mirada el resol de la mañana de mayo que enciende los muros de cal de una casa invadida de ausencias, en la que cada rito cotidiano te clava la punzada de una soledad pastosa, densa e inerte. Has sentido el silencio hueco y funeral del desamparo cuando recorres las estancias que habitó tu niñez colorida de voces y presencias, cuando acaricias los muebles y los armarios y los libros en los que reposa la huella polvorienta del tiempo que dejaste atrás. Has desandado el camino de tu propio ser hasta el primer instante que recuerdas, y en esa dolorida exploración se te han acumulado las horas hechas años hasta dejarte exhausto, apaleado por un remolino de sentimientos, estacado de zozobra en mitad del patio donde jugabas con la feliz disipación de la inocencia, quizá bajo este mismo trozo de azul en el que oyes cantar los pájaros y mecerse las flores recién abiertas como esa rosa que alguien acaba de dejar en tus manos.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia