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Vidas ejemplares

No, esto no es Suiza

Vivimos en un país donde casi nada se hace acorde a lo previsto

Luis Ventoso

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No se nos ha ocurrido idea más brillante que un cambio de domicilio de un barrio a otro de Madrid a finales de julio, cuando arde el asfalto. Como es notorio, las mudanzas son siempre aventura de riesgo, una situación de estrés que propicia fricciones ... entre las parejas (aunque el mayor desencadenante de rupturas y divorcios en el planeta supongo que deben de ser los mensajes de WhatsApp enviados al destinatario o destinataria equivocado). Sabedores de que la misión del traslado estival era liosa, la formidable organizadora germánica con la que vivo decidió planificarlo todo al milímetro ya con un par de meses de antelación. Ni así. Aquí nadie ha cumplido. Los de la mudanza acabaron retrasándola un día, el contrato del piso se firmó con jornadas de retraso, el mando del garaje no chuta y, por supuesto, el tipo de la subcontrata que tiene que venir a poner el wi-fi sigue ‘missing’, y mi temor es que no daremos con él ni con ayuda de la Interpol (un día alguien escribirá una tesis doctoral sobre por qué cuando contratas una línea todo son facilidades, mientras que los traslados se complican y darse de baja en esos gigantes tecnológicos es directamente un suplicio kafkiano). En paralelo, mientras sucede todo esto, se me ha ‘descangallado’ el teclado con el que normalmente escribo, de la marca de la manzana. He ido a comprarme otro y han tenido que pedirlo. Ha llegado rapidísimo, una semana antes de lo previsto. A lo mejor esas diferentes formas de trabajar explican por qué esa compañía va como un tiro y nuestro país no tanto.

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