Enfoque
Muchos socios para un derrumbe
Cancelación del Mobile World Congress
Durante los años 2013, 2014 y 2015, la alcaldesa de Barcelona no ha dejado de mostrar en público su oposición al Mobile World Congress, porque esos grandes acontecimientos que tienen su sede en Barcelona «no son sostenibles», según sus propias palabras. Desde luego, es mucho ... más sostenible organizar congresos pequeñitos de ecología, siempre y cuando no pasen de 150 o 200 personas, y mejor que sean de ámbito estatal, o sea español, para que puedan venir en tren. (Digo de «ámbito estatal» para no ofender la fina sensibilidad sectaria de doña Ada). El inconveniente de este tipo de evento es que no dejan 500 millones de euros en la ciudad, sino entre 4.000 y 6.000 euros.
Los secesionistas catalanes, y la señora alcaldesa, llevan varios años intentando que el tradicional cosmopolitismo de la Ciudad Condal derive en una transición paulatina para que Barcelona se vuelva cateta y provinciana. La tarea es ingente porque convertir a Barcelona en una mierda no es nada fácil, a pesar del fuerte apoyo que reciben los secesionistas por parte de los vecinos a través de sus votos.
Si ya Barcelona era insigne por su historia, el apoyo de toda España -y de todos los partidos políticos- con el objetivo de que fuera sede de los Juegos Olímpicos del 92, fue crucial para su proyección universal en todos los continentes. Y, de todos los españoles, el que más hizo fue el catalán y español Juan Antonio Samaranch, sin cuyo esfuerzo no hubiera sido posible. La reacción de Ada Colau, quitando el busto a quien más debe la ciudad en los últimos cincuenta años, es otra prueba más de esa lucha para degradar Barcelona.
La suspensión del MWC no es un jaque mate, pero es un indicio del fracaso de la política exterior del Gobierno de España y del éxito de los secesionistas en escupir hacia arriba, sin pensar que el salivazo cae en su cara. Prueba de ello es que se están celebrando en estos momentos congresos multitudinarios en todo el mundo, sin que sean suspendidos.
Huyo de las versiones conspiranoicas, porque la historia no la cambian las conspiraciones, sino las coincidencias, y en esta ocasión se han juntado el hambre y las ganas de comer, es decir, el virus y la guerra del 5G, que ha logrado en Estados Unidos algo tan sumamente difícil como poner de acuerdo a demócratas y republicanos. Servidor mismo, que usa un Huawei, casi me voy a tener que buscar un consejero electrónico y psiquiátrico que me libre de cierta sensación de culpa.
Ada Colau, a pesar de su entusiasmo destructivo, y los sectarios del independentismo, predicando que cruzar los Pirineos hacia el sur es introducirte en una peligrosa dictadura, no han podido provocar este desastre. Tampoco Trump con la ayuda de sus contrincantes los demócratas. Ni siquiera el maldito virus por sí solo. O la sonámbula política exterior del Gobierno. Pero si cada uno, por su lado, va echándole sardinas al burro, con persistencia y sin pausas, puede llegar un momento en que el burro se derrumbe. Aunque no todos llevaban muchas sardinas, ha habido abundancia de socios.