¿Es justo que los gigantes tecnológicos paguen más impuestos?
«El hecho de que los gigantes tecnológicos (GAFAM y compañía) hayan podido desarrollar sus negocios y puedan seguir haciéndolo se debe a que los estados les han proporcionado la estructura y arquitectura imprescindibles para ello»
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Iniciar sesiónEstos días se está hablando mucho acerca de la denominada tasa Google. Se está aduciendo las razones de la conveniencia de un sistema unificado europeo (idealmente, mundial) para que ese nuevo sistema tributario, cuando se cree, sea eficiente y prevenga la evasión fiscal que ... puede propiciar la no coincidencia física entre el lugar de la prestación de estos servicios por parte de las empresas tecnológicas y el lugar donde los clientes los compran.
También se está explicando que esa nueva fiscalidad colectiva impuesta sobre las nuevas tecnologías será más justa que la actual, por cuanto no tributará en el territorio donde se origina el negocio y la inversión sino en el país o lugar de donde procede la materia prima que va a generar el valor añadido del servicio o negocio en cuestión. En efecto, los impuestos se pagarán allá de donde proceda el dato, verdadero oro energético o materia prima universal en la era actual.
Quiero en este artículo atender, sin embargo, a esta cuestión desde otra óptica: me interesa la pregunta ¿es justo elevar la presión fiscal sobre las empresas tecnológicas? Mi respuesta es, claramente, afirmativa, pero no por razones económicas sino, más bien, filosóficas.
El hecho es que cualquier negocio basado en las nuevas tecnológicas se funda en las posibilidades y virtudes que brinda la red de redes. En efecto, la estructura y naturaleza de internet es –como dice Manuel Castells – una arquitectura de la libertad, es decir, su gran potencial y capacidad para generar tanto valor añadido se debe, precisamente, a su peculiar configuración arquitectónica. Ésta no es una casualidad, sino que es, y fue, resultado de una decisión consciente y deliberada de los estados (sobre todo, los estados libres), por haber creído que puede ser mucho más útil y beneficioso para el progreso, así como más ajustada a los valores de la democracia, de la participación y de la igualdad.
Podía perfectamente no haber sido así. De hecho, se sabe que se barajó la posibilidad de que el tráfico por la red de redes tuviera fronteras, parecidas a las físicas, y se rigiera por reglas mucho más restrictivas que las actuales. El hecho de que los gigantes tecnológicos (GAFAM y compañía) hayan podido desarrollar sus negocios y puedan seguir haciéndolo se debe a que los estados les han proporcionado la estructura y arquitectura imprescindibles para ello. A ello le corresponde, en justicia, una contraprestación tributaria por parte de estas compañías que viven de la gran virtud de la red de redes: una tecnología libre y neutral al alcance de todos. No en vano, Tim Berners-Lee, el padre de internet, ha recordado recientemente que «la web fue creada para ser un espacio universal, lo cual significa que no tiene un idioma particular o una forma particular de utilizarse, sino que es algo para todos, y que puede utilizarse donde uno quiera. La decisión de entregar los protocolos de la web gratuitamente, sin ningún impedimento, fue crucial para su existencia».
Arash Arjomandi es profesor de Ética en la UAB y consultor en INSPIRALIA.ORG
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