Jueces de agua dulce
Es para echarse a llorar. A fuerza de indignarme, se me ha agotado la reserva de ira y lo único que me entra es melancolía. ¡Qué pena de país! No me extrañaría que dentro de unos días nos salgan con que al pirata somalí le ... vamos a pagar los estudios y que ese facineroso de Cabdiweli Cabdullahi, alias «Abdu Willy», termine alojado en un colegio mayor y con tarjeta de El Corte Inglés, a cuenta del sufrido contribuyente español.
No seré yo quien diga que el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz -el mismo que en julio de 2007 autorizó cinco actos de homenaje a los presos de ETA- se la agarra con papel de fumar en este caso.
Tampoco voy a recordar que se trata del mismo magistrado que en 2005 decidió no procesar al asesino De Juana Chaos por los delitos de pertenencia a ETA y amenazas terroristas, pero esto apesta.
No es difícil imaginar lo que estarán pensando a estas horas los marinos de la fragata «Canarias» que se jugaron el tipo para atrapar a Abdu Willy y a su compinche Raagegeesey, cuando los dos rufianes, tras participar fusil en mano en el abordaje del Alakrana, se dirigían en una lancha a Somalia, para dar el parte de novedades a los jefes mafiosos que organizan los secuestros y cobran los rescates.
Ya he oído a algún majadero en las tertulias de radio soltar muy pomposo eso de «in dubio pro reo», para justificar que Pedraz ordenase la inmediata puesta en libertad del bandido, alegando que las segundas pruebas médicas «sólo» certifican que tiene como mínimo 17 años.
Ahora le van a mirar los dientes para determinar su verdadera edad y suerte tendremos si no aprovechan para hacerle unos implantes y dejarle la boca niquelada, porque ya me extrañaría que decidan aplicarle todo el peso de la ley, que es lo que se merece.
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