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Proverbios morales

Cordialidades

Hay un límite que los Estados Unidos no toleran que se salten los gobiernos que se dicen sus amigos

Jon Juaristi

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Sólo una vez he conversado (y muy brevemente) con un presidente de los Estados Unidos. Fue en Praga, con George Bush Jr., en junio de 2007, cuando ambos asistíamos a un congreso sobre disidencia en los regímenes comunistas. José María Aznar y Vaclav Havel, los ... organizadores, me presentaron como un disidente vasco, pero intuí que no se iba a aclarar mucho con semejante caracterización y le dije que había pasado una temporada en la Universidad de Texas cuando él gobernaba dicho Estado, durante la primera guerra del Golfo. Le debió de hacer gracia, porque me concedió un par de minutos de amables banalidades, al final de los cuales se despidió con un enfático «¡Cuba libre, compañerou!», levantando el pulgar de la mano izquierda mientras me estrechaba la derecha, y entendí que me había tomado, como era de temer, por un marielito o cosa parecida. Después se fue a charlar casí un cuarto de hora con Edurne Uriarte, que tiene cientos de primos pastores desparramados por Nevada y Winsconsin (todos de Munguía), pero no sin antes hacerme obsequio, en su nombre y en el de la Primera Dama, de un atlas universal de bolsillo editado por la Casa Blanca y encuadernado en auténtica piel de ‘Texan longhorn’. Me emocionó tanto que prometí enviarle, a mi regreso a España, un mapamundi de Bilbao.

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