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Tribuna abierta

Vida y vidilla

Jacobo Bergareche

Cuando era estudiante, los pasillos de la Facultad de Bellas Artes exhibían obras de mucha técnica y escaso ingenio, había que ir a los baños para descubrir muestras de inteligencia, allí había algunas pintadas verdaderamente gloriosas, una de ellas decía «En Marte habrá vida, sí ¿pero habrá vidilla?»

Me ha vuelto esta pintada a la cabeza durante la campaña de Madrid, pues parece que la defensa de la vida en contraposición a la defensa de la vidilla es uno de los temas centrales del debate –aunque llamar debate a lo que estamos viendo se me hace demasiado generoso.

En esta campaña hemos escuchado a los líderes de la izquierda insistir en la elevada mortalidad que ha tenido la epidemia de Covid en Madrid, según dicen superior a la de otras comunidades donde se aplican más restricciones, confinamientos y cierres, y donde los gobernantes “serios” toman con coraje decisiones impopulares al pedir sacrificios a la población que priorizan el respeto a la vida por encima de la economía, la libertad de movimiento, de reunión y demás cosas que entrarían en el apartado de “vidilla”. Según los candidatos de izquierda, se debe atribuir a esta pésima gestión del gobierno de la Comunidad de Madrid que tiene por bandera la defensa populista de la vidilla –que no de la vida– un “exceso de muertes” de cinco mil personas.

No soy admirador ni votante de Ayuso, y no quisiera frivolizar con este tema: que el Covid iba en serio lo aprendí cuando estuve ingresado en un hospital con neumonía bilateral. Pero hoy opino que Ayuso tomó fundamentalmente el camino correcto al apostar por buscar una manera ordenada de hacer de Madrid el único oasis de “vidilla” en España. Sin ser epidemiólogo ni conocer bien los datos, creo que se debe cuestionar mucho ese “exceso de muertes” de cinco mil personas del que habla la izquierda. Se está haciendo mal el cálculo sobre lo que constituye un exceso de muerte, término que bien podríamos cambiar por “disminución de vida” para explicar mejor el argumento que quiero esbozar.

Cuando los candidatos de izquierda denuncian cinco mil muertos más que en otras partes, no están contando la “disminución de vida” que suponen todos los niños que dejarán de nacer tanto este año como los siguientes, y que no lo harán porque mucha gente en edad de tener hijos han visto sus proyectos vitales destruidos por los cierres, otros porque están demasiado aterrorizados por el clima de alarmas para cometer ese acto inconsciente que es la paternidad, muchos quizás porque se han quedado encerrados en casa y no llegarán a conocerse jamás.

A esa “disminución de vida” tampoco le estamos sumando los años que dejarán de vivir todos aquellos que han visto cerrar sus negocios y que se quedarán en la ruina. Ni aquellos que fracasarán en sus estudios y están condenados a peores vidas, que previsiblemente serán más cortas. Tampoco se cuenta en el “exceso de muertes” los que padecerán enfermedades derivadas del sedentarismo provocado por confinamientos extremos hasta lo irracional. Y como indican ya muchos estudios, habrá que sumar al exceso de muertes –disminución de vida– el efecto letal que la soledad y el aislamiento tendrá sobre la salud de muchísimos.

Sigamos sumando a la disminución de vida –o exceso de muerte– aquellos jubilados que gozaban de buena salud y aprovechaban intensamente los últimos tres o cuatro años de independencia física y claridad mental, a ellos les han robado la poca vida buena que les quedaba antes de entrar en la fase agónica de la vejez. No es menor el drama de aquellos que hoy son adolescentes y empiezan la universidad: quién te devuelve esos primeros años formativos, de viajes, de primeros amores, de encontrarse a los amigos que cambiarán tu vida.

Considero que si se quiere hablar de “exceso de muertes” como hace la izquierda en esta campaña, para impugnar la cuestionable gestión de esta pandemia en la Comunidad de Madrid, se debe tener en cuenta toda la casuística que enumero, y después quizás se entienda que defender la vidilla es una forma de defender la vida, y no mero panem et circensis.

Y dicho todo esto, y con asombro de mí mismo, votaré a Ayuso en estas elecciones y al PP por primera vez, partido que por su largo historial de corrupción en la comunidad me infunde poco respeto, pero no me voy a quedar en lo que pasó si no en cómo se han hecho las cosas cuando han venido mal dadas.

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Jacobo Bergareche es escritor

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