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¿Ingobernable o ingobernado?

Tiene España fama de país ingobernable. O más exactamente, los españoles. Es una fama que nosotros mismos hemos alimentado, por ese prurito nuestro de presentarnos como arrogantes y montaraces. Pero ya dice el refrán «dime de lo que presumes, y te diré de lo que ... careces», pues pocas famas hay más inmerecidas que ésta. Una ojeada a nuestra historia próxima y lejana arroja que somos uno de los pueblos más fáciles de gobernar, y la mejor prueba es la retahila de necios, inútiles, ignorantes, fantasmones y engreídos que nos han gobernado, muchos de ellos con el aplauso popular, al menos mientras ocupaban el poder. Muy pocos países podrán exhibir una lista tan larga de nulidades a su frente, y una tan exigua de auténticos hombres de Estado, sin distinción entre izquierda y derecha, aunque hay que reconocer que esta última ha gobernado bastante más tiempo. La clave de tan triste récord me la dio uno de los colaboradores de Suárez, al mostrarle mi admirado asombro por lo bien que habían conducido la Transición. -Fue mucho más fácil de lo que parece, José María -me dijo-. Este pueblo está acostumbrado a obedecer y sólo era cuestión de coordinar la jefatura del Estado con la del Gobierno. En el momento que comenzaron a funcionar sincronizadas, pudimos poner en práctica nuestro programa sin apenas encontrar resistencia.

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