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Una raya en el agua

Un relato incómodo

La estructura moral y la madurez de una democracia también se miden en su capacidad de enfrentarse a su cara amarga

Ignacio Camacho

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Hay episodios muy poco edificantes en los papeles de Manglano. El director del Cesid estaba obligado a guardar secreto y se llevó a la tumba lo que ocurrió bajo su mando pero dejó apuntados testimonios directos que escuchó en su despacho. Y no son honorables ... ni gratos: partidos financiados con dinero opaco, pagos irregulares a la Zarzuela, intrigas de poder, trazas inquietantes de terrorismo de Estado. El periodismo, espejo cotidiano de la Historia, tiene la obligación de publicarlos para que la sociedad conozca lo que sucedió en la trastienda del pasado inmediato. Creer que la Transición y su decurso felipista fueron procesos moralmente inmaculados es un ejercicio de ingenuidad rayano en el autoengaño. No existen saltos históricos impecables; la Revolución Francesa se forjó sobre una secuencia macabra de ejecuciones y asesinatos, los aliados masacraron ciudades alemanas enteras, los padres fundadores de la Constitución americana eran propietarios de esclavos. Resulta evidente que el éxito de la España contemporánea tuvo su lado sórdido, su envés antipático, sus zonas de sombra, y no pasa nada por aceptarlo.

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