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Una raya en el agua

El grito del silencio

El único patrimonio moral de las víctimas es la dignidad para no traicionarse a sí mismas colaborando en una hipocresía

Ignacio Camacho

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Algo funciona mal cuando en el homenaje del Congreso a las víctimas del terrorismo van a faltar las asociaciones que representan a quienes durante más tiempo lo han sufrido. Esa ausencia voluntaria desenmascara la hipocresía de un acto que carece de sentido en el contexto ... político de la creciente normalización de Bildu. La aproximación del Gobierno a los herederos del proyecto de ETA ha cobrado un carácter progresivo y cada vez más despojado de prejuicios a medida que su mayoría parlamentaria empezaba a correr peligro; se trata de un proceso destinado a blanquear el pasado cubriéndolo con un velo de olvido para otorgar al partido posterrorista una condición de aliado legítimo. Pero esa intención es incompatible con la de honrar a los caídos, cómo mínimo mientras esté pendiente un rechazo explícito de los crímenes y una condena siquiera teórica de los asesinos. Y aunque los colectivos de víctimas han comprendido hace mucho que el sufrimiento «mola» poco en un marco social de forzoso optimismo, no les queda otro remedio que negarse a colaborar en la construcción de ese relato ficticio. A estas alturas su único patrimonio es la libertad de conservar el gesto digno para mirarse al espejo sin traicionarse a sí mismos.

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