Grave interferencia
En vísperas de la presidencia española de la UE, y apenas dos meses antes de la prevista Reunión de Alto Nivel entre España y Marruecos, pendiente desde hace dos años, Rabat reabrió la crisis diplomática con una inesperada y repentina retirada de su embajador, Abdesalam ... al Baraka, «llamado a consultas» el pasado 27 de octubre. Por orden expresa del Rey Mohamed VI, Al Baraka continúa en Marruecos, precisamente ahora que a finales de diciembre debía escenificarse en la cumbre de Tánger la normalización de las relaciones bilaterales, lo que pone de manifiesto que Rabat sigue adelante con su estrategia de tensión y su apuesta por reducir los niveles de diálogo con España.
En medio de la crisis diplomática, el secretario general del PSOE ha anunciado su intención de viajar a Marruecos el próximo día 19 para «desenredar» el conflicto, y ha acusado al Gobierno de valorar «poco» la «modernización» de Mohamed VI. Sin entrar en mayores consideraciones en torno a la «sui géneris» interpretación que hace Zapatero del papel del monarca alauí -que parece contar con serias dificultades para mantener el equilibrio que supo mantener su padre, el Rey Hasán II, en las relaciones exteriores-, lo que parece claro es que el viaje, en las actuales circunstancias, es, además de una grave interferencia en la política exterior del Gobierno, inconveniente e inoportuno.
El pasado 2 de noviembre, Rodríguez Zapatero afirmó que «no parece lo más aconsejable» realizar el viaje hasta que España y Marruecos «no vuelvan a su sitio normal». Cuarenta días después de la retirada de su embajador, Rabat, que desde entonces ha incrementado de forma gradual sus críticas, sigue insistiendo en la tesis de la «satanización» de Marruecos, que permanece de espaldas al «espíritu de colaboración» reclamado por el presidente del Gobierno en la última cumbre de Formentor.
Alguien parece haber presionado a Zapatero para hacerle cambiar de postura. Si el dirigente socialista ha decidido finalmente viajar a Marruecos para «recomponer» las relaciones entre ambas naciones, se equivoca de forma grave e irresponsable, pues habría que recordarle que esa tarea es competencia exclusiva del Gobierno de la nación, que es quien define la política exterior. Zapatero, que debería haber informado detalladamente de su viaje al Ministerio de Asuntos Exteriores, confunde torpemente su papel y comete un exceso impropio de su condición de líder de la oposición al fijarse el objetivo de «desenredar» un conflicto diplomático del que debería mantenerse al margen.
A José Luis Rodríguez Zapatero nadie le ha pedido que «desenrede», entre otras cosas porque la forma y manera de manejar los tiempos de esta crisis corresponde en exclusiva al Ejecutivo. En las actuales circunstancias, el viaje de Zapatero es un enredo en sí mismo y el mejor- e inmerecido- regalo para Mohamed VI.
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