Vivimos como suizos
Gran duque de Alba
Ahora vamos a estar pendientes de lo que nuestra civilización le parezca a los franceses
Voy a decir una palabrota. Sororidad. Ya sé que Unamuno hablaba de matria y sororidad en «La tía Tula» (pero se refería al amor de la hermana por el hermano). Y que la RAE admitió sororidad como «Amistad o afecto entre mujeres» o «Relación de ... solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento». A la RAE hay que darle de comer aparte. El empoderamiento también se lo pueden meter por la letra que les quepa. Mayúscula o minúscula. Supongo que por mentecata sororidad me había cortado a la hora de mencionar los kilos que ha echado Adriana Lastra. Por sororidad y porque yo he echado también unas cuantas arrobas que me impiden cerrarme las camisas sin llevarlas tan apretadas como Yola Berrocal (y sin el relleno mamario). Qué momento cuando Manuela Carmena llamó en su discurso Adriana Lastra a Andrea Levy, que es la mitad. Claro que Rajoy la llamó un día Eva Levy. Luego Rita Maestre fue y se disculpó ante la nueva concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid. Lástima que Pitita no tenga una lista como la de «Me llamo Earl» con aquello del karma y fuera uno por uno, una por una pidiendo perdón.
Por sororidad tampoco he hecho mención al majestuoso aspecto nutricio de Begoña Villacís. Pero como no hay sororidad que valga en eso, hay que ver lo peludo que es Mariano Rajoy. Al expresidente del Gobierno lo hemos visto estos días en bañador. Pero como el nuevo PP también tiene mucho del viejo, ahí está Teodoro García Egea, al que se ven los pelos escapándosele por el cuello y los puños de la camisa, a punto de convertirse en un hombre lobo murciano en Madrid. «La invasión de las bolas peludas» (Malpaso) es una divertida novela de Luke Rhinehart protagonizada por un bicho peludo de inteligencia superior. Una brutal sátira política. A la manera de «Sin noticias de Gurb», plantea un incisivo vistazo a lo que nuestra civilización le parece a los extraterrestres.
En España tuvimos al Gurb del nacional Mendoza pero ahora estamos a lo que nuestra civilización le parece a los franceses. A Macron y a Valls. Vox, caca. ¿Pero cómo van a entender los franceses a un concejal de Orihuela? A José Manuel García Escolano, de Vox, que juró su cargo llevando a cuestas un crucifico dorado del tamaño de un niño (y no Jesús). Como de procesión. Como si llegara para cristianar a los infieles del Ayuntamiento. ¿Cómo van a entender los franceses que los de Vox se rían de los holandeses con el duque de Alba? Los de Abascal han avisado de que si los eurodiputados flamencos de N-VA se ponen flamencos (se ponen lazos amarillos en apoyo a los independentistas catalanes), ellos se pondrán una foto del duque de Alba en la solapa. Para rematar la patochada tendrían que ponerse la foto de la botella del brandy Gran Duque de Alba. El humor de los de Vox no lo han visto los franceses en el Frente Nacional en la vida.
El partido de Macron, un señor poco peludo, va a pedir explicaciones a los eurodiputados de Ciudadanos por sus tratos en España con Vox. Todavía, incluso si Vox nos da igual, vamos a tener que ponernos chalecos amarillos. Aunque parezcamos ese señor de que va siempre a la Lotería de Navidad lleno de cosas. El chaleco, la foto del duque de Alba… Como si no tuviéramos bastante con aguantar a los nuestros dando lecciones de democracia y libertad, vamos a aguantar a los de fuera. Tendría que citar a Disraeli o Montaigne. Pero me voy a repetir con una de mis pensadoras favoritas, que viene bien para casos de injerencia: La Veneno. «Me cago en tos tus muertos, so desgraciada. ¿Tú quién eres?».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete