Cambio de guardia

Putin dice «genocidio»

Ucrania habría perdido su asiento económico. Rusia dispondría de una cómoda salida al mar. ¿Y Europa? Europa, callaría

«Las madres miraban a sus hijos y gritaban de miedo. Gritaban como si se les hubiera colado una serpiente en la casa. Y esta serpiente era el hambre, la inanición, la muerte».

Vasili Grossman escribe eso mediados los años cincuenta. Sólo en 1970, y ... póstuma, verá la luz la edición completa de sus escalofriantes memorias, con el título de ‘Todo fluye’. Y en ellas el relato del único de los genocidios de la primera mitad del siglo XX (en la segunda, vendrían a unírsele China y Camboya) que admite equiparación con la Shoah: el que la URSS de Stalin sistematiza en Ucrania y al cual los historiadores dan un nombre ominoso: ‘Holodomor’, exterminio por hambre. Muchedumbres de campesinos vagando por la estepa sin ningún alimento, desesperación, canibalismo... Tres millones novecientos mil ucranianos condenados a la inanición hasta la muerte, por causa de la exacción total de sus cosechas entre 1932 y 1934.

El martes pasado, Vladímir Putin, en presencia del canciller alemán, se dirigía a la prensa internacional en una admonición que hiela la sangre a cualquiera que recuerde la historia del siglo pasado. Scholz acababa de referirse a la urgencia de evitar que en Ucrania se reprodujese el genocidio balcánico de hace tres decenios. Impasible, el dictador ruso replica: «Permítanme agregar que, según nuestras estimaciones, lo que está sucediendo hoy en Donbass es un genocidio..., el primer paso hacia un genocidio». Y Scholz calló. Y, de pronto, fue -la metáfora es de Koestler- mediodía a medianoche: mundo inverso.

Pero, en esa oscuridad que a sí misma se proclama luz, Putin estaba proclamando la gris verdad que las grandes épicas militares enmascaran. No, Rusia no apunta a la ocupación militar de toda Ucrania: eso no es más que un señuelo. Ni sería militarmente tan fácil mantener una ocupación completa, ni la rentabilidad económica de la costosísima operación valdría la pena. El objetivo ruso es una parcela mucho más reducida e incomparablemente más rentable: el Donbass, zona minera sobre la cual se basa la economía ucraniana. Y salida al mar de Azor, cuyo acceso por Crimea al mar Negro, y de allí al Mediterráneo, se aseguró ya Putin en 2014.

La anexión del Donbass tiene además un coste bajo. También en 2014, Rusia consiguió escindir de Ucrania dos ‘repúblicas independientes’, Donest y Lugansk, bajo total control ruso desde entonces. No están reconocidas internacionalmente, pero existen de hecho. Evocar, como lo hizo Putin, el riesgo allí de un genocidio contra los rusos, es anunciar la vía de ‘salvación’ ya planificada: cobertura militar, primero; de inmediato reconocimiento de las dos repúblicas; más adelante, integración de ambas en la Federación Rusa. Ucrania habría perdido su asiento económico. Rusia dispondría de una cómoda salida al mar. ¿Y Europa? Europa, como Scholz, callaría.

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