cambio de guardia

Corea, libre de vacunas

Por el precio de un billete a Pionyang, los antivacunas podrán disponer de un territorio libre de las perversas falsas vacunas

Existe un paraíso para los antivacunas. Y no es esa fortaleza en que el dimisionario Cardenal Carlo Viganò postuló blindar a la Iglesia católica. Por fortuna para todos, para católicos como para no católicos, el Vaticano supo reaccionar deprisa ante lo que pudo haber sido ... un empujón definitivo hacia el abismo. Y desautorizó al antiguo miembro de la curia. Los delirios de Vigarò acerca de cómo «la Iglesia católica tiene el deber ante Dios y ante toda la humanidad de denunciar este tremendo y horrible crimen [de la vacunación] con la mayor firmeza, dando indicaciones claras y tomando partido contra quienes, en nombre de una pseudociencia supeditada a los intereses de las empresas farmacéuticas y de la élite globalista, sólo tienen intenciones de muerte», no podían sino generar lástima. En quienes no generaran ira. Tenían dos ventajas, sin embargo: a) su primordial infantilismo, indigno de quien había sido un príncipe de la Iglesia; b) su ausencia de soporte institucional, una vez que el personaje fue desautorizado por la práctica totalidad de las instancias eclesiásticas.

No. El paraíso de los antivacunas se llama hoy Corea. Del Norte, por supuesto. En donde el enésimo de la estirpe de los Kim ha decretado dos medidas infalibles. Armónicas con las del dimitido curial. Para empezar: el virus no existe. Ni un solo virus se ha atrevido a asomar la cabeza tras la prohibición del Gran Kim. Visto cómo el Gran Kim se las gasta, ya se entiende esa prudencia del bicho. El saber virológico de ese ‘gran genio militar’, maestro en el arte refinado de depurar a los enemigos del paradisíaco pueblo coreano a golpe de inanición y de artefactos nucleares, es firme e infalible. Y, ante tan altas virtudes, es verdad que lo del virus inventado por la ‘élite oligárquica’ se queda en una broma casi. Aquellas autoridades sanitarias que traicioneramente llamaron a tomar cautelas han sido ya depuradas. Los enemigos del pueblo acechan por todas partes. Pero el gran hermano Kim acecha más y golpea más duro.

Es una bella noticia para nuestros antivacunas. Por el precio de un sencillo billete de avión a Pionyang, podrán disponer de un territorio libre de las perversas falsas vacunas, nacidas de la conspiración criminal de las élites contra el pueblo. Nadie los envenenará con microchips destinados a robotizarlos. En Corea no hace falta tanta tecnología para producir autómatas. Basta con la certeza del tiro en la nuca si rompes los protocolos y las disciplinas que el Partido -o sea, Él- dicta. Puede que tengan nuestros simpáticos antivacunas que pasar un poquitín de hambre y un puñado de enojosas incomodidades. Pero, ¿qué es eso a cambio de saberse parte del selecto coro arcangélico de los no contaminados por el ‘gran reseteo’ capitalista? Sus almas quedarán a salvo. Y Kim y Vigarò los acogerán en su seno.

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