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La Tercera

El hijo mezquino

«A diferencia del padre, que ha respondido al regreso del hijo pródigo con su amor sin límites, el hermano mayor ha hecho lo que en circunstancias similares todo hombre hace: compararse, juzgar al otro, sentir celos y envidia, enfadarse... El relato evangélico describe a la perfección, creo, todos y cada uno de los elementos de una reacción típica que está en la base de muchos de los conflictos interpersonales que jalonan nuestro día a día, singularmente en el seno de la familia»

Francisco Pérez de los Cobos

De los tres personajes que aparecen en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15, 11-32), el que menos atención ha suscitado, tal vez por ser un personaje aparentemente secundario en un texto cuyo eje es la grandeza del arrepentimiento, del amor y del perdón ... que encarnan el hijo pródigo y su padre, es el del hijo mayor. El hijo mayor -recordémoslo- es el que permanece junto al padre cuando su hermano parte con su herencia para disiparla, y el que, cuando su hermano regresa desahuciado y su padre lo acoge desde su amor incondicional, se enfada y se lo reprocha. «Hace ya muchos años -le dice- que te sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para celebrar una fiesta con mis amigos. Pero llega este hijo tuyo, que se ha gastado su patrimonio con prostitutas, y le matas el ternero cebado». Reproche al que el padre replica con una de las frases más bellas de todo el Evangelio: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero tenemos que alegrarnos y hacer la fiesta, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado».

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