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Lenguaje vs. modismos

Si el académico Lázaro Carreter estuviese aún entre nosotros, seguramente lamentaría que su discurso no causó el efecto reparador que con sus artículos pretendía, pues no solo no se han corregido esos malosusos del lenguaje, sino que se han incrementado

El presidente de la RAE, Santiago Muñoz Machado, en una foto de archivo EP

Francisco Hinojosa Teba

Durante varios lustros, don Fernando Lázaro Carreter defendió el lenguaje según las reglas de la Real Academia Española, no solo porque era miembro de esta institución y también, durante un tiempo, director de la misma, sino porque su formación como lingüista le hacía rechazar el mal uso del idioma y la proliferación de modismos que sobrepasaban su propio significado, hasta convertirse en irregularidades que perjudicaban día a día el uso común de la lengua española. Con una maestría inigualable publicó en distintos periódicos una serie de artículos que tituló 'El dardo en la palabra', artículos que después recopiló en sendas obras del mismo nombre (en 1998 y 2003). El fino humor que regía en sus críticas, además de ser consecuente de la inteligencia del académico, suponía un acicate para el buen uso del idioma, al tiempo que censuraba y dejaba fuera de la ortodoxia frecuentes modismos, vulgarismos e incorreccione s que se utilizaban a diario por personas públicas, principalmente profesionales de la política o de los medios de comunicación, y cuyo predicamento llegaba a muchos de los hablantes de la lengua española.

Si el académico Lázaro Carreter estuviese aún entre nosotros, seguramente lamentaría que su discurso no causó el efecto reparador que con sus artículos pretendía, pues no solo no se han corregido esos malosusos del lenguaje, sino que se han incrementado. En mi opinión, cabe preguntarse por qué ha ocurrido eso; y me atrevería a enumerar varias causas: en primer lugar, una lamentable falta de formación lingüística en muchas de las personas que frecuentemente hablan en público (políticos, locutores de los medios, presentadores, comentaristas, etc.); en segundo lugar, el afán deliberado o, también, la mecánica casi inconsciente, por parte de dichas personas, de utilizar expresiones o giros semánticos que les hagan sobresalir del común de la gente (según lo entienden); en tercer lugar, consecuente de lo anterior, la utilización de palabras y verbos inventados o inexistentes que chocan con las reglas del lenguaje ; y por último, la convicción extendida en personas que presumen de progresistas de que las reglas de la lengua están anticuadas y, en otro enfoque, que no responden a la moderna igualdad de sexos que según ellos deben protagonizar los usos del lenguaje. Todo esto hace que, a vista y oído de quienes usan la lengua española con ortodoxia, esas prácticas tengan apariencia de cursilería e incluso de torpeza por parte de quienes las utilizan.

No obstante, y sin perjuicio de lo anterior, es indiscutible la viveza que impera en la utilización de la lengua, haciendo que evolucione en nuevas expresiones y palabras que a fuerza de usarse terminan aceptándose por la Academia (muchas de ellas, otras no), aunque esta institución lo suele hacer corrigiendo o matizando sus significados y encuadrándolas en el grupo de vocablos que corresponda.

De los muchos ejemplos de incorrecciones y modismos que llegan a nuestros oídos o que leemos en diversas publicaciones, citaré algunos agrupándolos en distintas categorías según me ha parecido que puede hacerse:

Primero : Expresiones que me han llamado especialmente la atención por difícilmente imaginables:

—«(...) que la situación hay que despartidizarla (...)». Así lo dijo el presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig , en el programa Las Mañanas, de Radio Nacional de España, el día 16-11-2019, en conversación con el presentador del programa Iñigo Alonso . Evidentemente, la RAE no recoge el verbo despartidizar , porque sencillamente no existe.

—(...) inferiorización: lo profirió la candidata de Podemos María Eugenia Rodríguez Palop en RNE el día 22-5-2019, a las 9:15 horas, en el programa que se emitía a dicha hora. Esta palabra no existe en el diccionario de la RAE.

—(...) interlocutar: verbo que utilizó un miembro del Partido Unificado de Cataluña. Tampoco existe en el diccionario de la RAE.

Segundo : Palabras, verbos o frases de uso habitual que están en el diccionario, pero que su utilización resulta inadecuada o absurda. Me refiero, entre otras muchas, a las siguientes:

—Trasladar: Es frecuente, en declaraciones o intervenciones de políticos o dirigentes oír «les traslado que voy a poner en marcha...». ¿Por qué no dicen sencillamente «les digo que...»? El verbo t rasladar sirve para hacer alusión al movimiento de algo de un sitio a otro , o, en el argot de los actos administrativos, cuando el funcionario correspondiente notifica a alguien una resolución de otra autoridad u órgano superior, y utiliza la expresión: dar traslado de... En mi opinión esta incorrección resulta chirriante e incluso cursi.

—Poner en valor: Igual que la anterior. Es frecuentísimo oír esta frase en políticos y dirigentes: (...) inauguramos este museo que pone en valor el arte antiguo (...). Esta forma de explicar resulta redundante e ilógica , pues las cosas no se ponen en valor, sino que, sencillamente, se valoran o se les da el valor que corresponda.

—Analítica: Es habitual oír decir a mucha gente, incluidos los profesionales sanitarios, que se va a hacer, o que se ha hecho, una analítica. Siempre se ha dicho un análisis, que es el sustantivo que define esa prueba , porque analítica es un adjetivo que acompaña al sustantivo, para definir, en el argot médico, el tipo de prueba: prueba analítica; pero el hecho de haber cambiado la palabra análisis por analítica es, en mi opinión, desafortunado e incorrecto.

—Caída del índice de contagios del Covid: El uso del verbo caer es amplísimo, según la RAE, y no es improcedente para referirse a un índice, porcentanje, etc.; pero ese verbo, en la mayoría de los casos, indica algo negativo. Por ejemplo, cuando una persona cae, o cuando la Bolsa cae, etc. Pero en el caso de los contagios que se están padeciendo por el virus que viene atormentando a la humanidad, el hecho de que el índice de los mismos disminuya no es negativo sino todo lo contrario , por lo que sería más adecuado decir que «ha descendido, o ha bajado, el índice de contagios», en vez de que «ha caído».

—En sede parlamentaria. En sede judicial. En sede municipal: ¡¡Qué afortunado ha resultado el sustantivo «sede»!! En las distintas acepciones del término que recoge la RAE no consta que se utilice de esa manera . El ejemplo es típico de las causas que antes he citado, sobre todo de querer decir algo de forma más pomposa, y también (permítaseme), consecuente de una falta de formación lingüística. Basta decir en el parlamento, en el juzgado, en el ayuntamiento; o bien, utilizando el vocablo de forma correcta: en la sede del partido político, en la sede del club deportivo, etc.

Tercero : Denominaciones relativas a la Comunidad autónoma de Cataluña , cuyo uso no tiene lógica fuera de esa comunidad, máxime cuando su origen se debe (en la mayoría de los casos) al propósito espurio de los dirigentes catalanes de resaltar lo que ellos consideran su «hecho diferencial»:

El president; el procés; la Generalitat; el Govern; el Parlament; etc. Que dichas denominaciones en lengua catalana las utilicen los catalanes en su comunidad autónoma es lógico y absolutamente respetable. Pero que las usen los medios y los políticos del resto de España es impropio y supone, en mi opinión, hacerles el juego y aceptar esa diferencia que una parte de los catalanes quieren marcar respecto al resto de España. En mi opinión, lo ideal sería citarlas con la ortodoxia debida : el presidente de la comunidad autónoma de Cataluña; el proceso ilegal soberanista de Cataluña; el gobierno de la comunidad autónoma de Cataluña; etc.

Cuarto: Por último, no me resisto a denunciar lo que vulgarmente se ha venido a llamar «lenguaje inclusivo» (la Real Academia Española no solo no lo reconoce, sino que lo ha rechazado). El uso, para cualquier cita, de todos y todas (y similares) además de inadecuado es absurdo; y si añadimos «todes» entonces es ridículo y chirría a los oídos. La Academia tiene dicho que la expresión «todos» engloba tanto el masculino como el femenino, por tanto, no es necesario añadir el femenino. Otra forma, también utilizada, es crear el femenino de algunas profesiones o cargos que no lo precisan (aunque la RAE las contemple para ciertos usos): de juez, que no tiene una terminación típicamente masculina, se ha formado jueza; de fiscal, fiscala; de concejal, concejala. Son creaciones que no tienen lógica alguna.

En cuanto a los ejemplos más delirantes del llamado lenguaje inclusivo, cabe citar lo que el farisaico presidente del gobierno Pedro Sánchez dijo el día 7 de junio de 2020 (noticiario de las 14 horas de Radio Nacional de España): «De todos nosotros y todas nosotras (...)».

Como final de este análisis, creo oportuno decir que, desafortunadamente, las cosas están así y no parece que vayan a cambiar de momento, aunque ojalá no se prolonguen demasiado en el tiempo para evitar que sigan perjudicando al uso de la lengua española.

Francisco Hinojosa Teba es abogado.

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