España en subasta
M. MARTÍN FERRANDCUANDO, en 1984, Miquel Roca y Junyent creó el Partido
CUANDO, en 1984, Miquel Roca y Junyent creó el Partido Reformista Democrático, además de adelantarse en el remedio para una posterior necesidad nacional, estuvo corto de empuje y entrega y, en las elecciones del 86, no consiguió un solo escaño en el Congreso de los ... Diputados. El fracaso frustró una intentona en la que se involucraron muchas notables cabezas españolas; pero un líder a media jornada, la ausencia de una base social mínima y el sentido de la resignación que nos define dieron al traste con una propuesta que, como bien recordaba en su artículo del pasado domingo el director de ABC, hoy se palpa en la demanda social. Un partido de centro, sin complejos ni ataduras, dispuesto a hacer lo que no hace el PP y con ganas de impedir los excesos del PSOE que, tras haber negado su obrerismo, desmienten la españolidad de su emblema.
Miquel Roca abandonó la política tras su frustrada experiencia y hoy dirige uno de los despachos de abogados y/o influencias más importantes de España. Se desahoga, siempre con prudencia y retranca, con unos breves artículos que publica los martes en «La Vanguardia». Ayer nos decía que la apariencia política del momento es la de una subasta en la que «ya no se sabe por lo que se oferta, pero todos están dispuestos a que su puja deje corta la de su adversario». De Roca decía Baura que «sabe estar sin tener presencia, empujar sin enseñar la mano y arrastrar los pies con aires de taconeo». Sigue siendo así y lo de la subasta es una invitación oportuna para un retorno a la serenidad que reclama la Nación, necesita el Estado y no brindan, ni en poco ni en mucho, ninguno de los partidos, grandes o pequeños, que pueblan nuestros abundantes Parlamentos.
En el Partido Reformista de Roca, hace más de veinte años, lucían nombres como Antonio Garrigues Walker, Federico Carlos Sáinz de Robles, Pilar del Castillo, Rafael Arias Salgado... ¿Dónde están ahora sus equivalentes? El objeto de la subasta que denuncia Roca desde el torreón de su distancia «es cargarse (...) el trabajo bien hecho de veinticinco años excepcionales en la más reciente historia de Cataluña y España». Eso está claro. Es la obsesión -¿rencorosa?- de un presidente sin ideas y, lo que es más grave, al que refuerzan en el Congreso todos los partidos presentes menos uno, el PP, que ha monopolizado la oposición. ¿Para qué?
La gravedad del momento, en el que se desmorona una Constitución, exige reacción. No es que España se rompa, que eso es difícil, pero sí que España vuelve a la pequeñez de los años en que se limitó a ser un lugar en el mapa sin participación en el banquete democrático de Europa. Hay que detener la subasta y eso, naturalmente, no le corresponde a quien la convoca. Es tarea de una oposición que, incapaz para la autocrítica, prefiere tocar el tambor en las procesiones que enfrentarse a su tarea.
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