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Chemnitz vota a Sánchez

Los llaman nazis porque quieren que Merkel eche a los inmigrantes como hace Sánchez

Hermann Tertsch

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Estos pasados días toda la prensa europea ha llamado alegremente ultraderechistas y nazis a los habitantes de Chemnitz, esa ciudad que desde 1953 hasta 1989, bajo el régimen comunista de Alemania Oriental, se llamaba Karl Marx Stadt. Otra vez se habla con desprecio de los ... alemanes orientales como incultos, pobres, poco sofisticados y por tanto con simpatías ultraderechistas. Algo parecido a como tachan en Europa los intelectuales a los votantes de Trump: analfabetos, racistas y primitivos que viven en caravanas y encima son blancos. Estos primitivos, señalan, son carne de cañón de "la ultraderecha", esa fuerza de la derecha nacional que cada vez crece más en Alemania como en tantos países europeos frente al sistema, aun hegemónico pero ya no como antes incuestionable, de la socialdemocracia de derecha. Así se explican los medios alemanes, cada vez más unánimes y oficialistas, que muchos miles de habitantes de Chemnitz salieran a la calle indignados cuando supieron que dos refugiados, uno iraquí y otro sirio, habían asesinado a un joven. La víctima era Daniel H. un alemán con sangre cubana, que había intentado defender a unas mujeres acosadas por los dos árabes. Los medios daban a entender que los que protestaban esta muerte son unos radicales y descerebrados. Y sin embargo, los medios ya no logran neutralizar la impresión y la convicción de que los descerebrados son quienes pretenden que la sociedad no reaccione. Todos saben que si hubiera sido un alemán el que hubiera matado a Daniel H. no habría espacio mediático que no hablara en encendidos términos de la víctima y convirtiera al asesino en un racista alemán sin piedad ni conciencia. Lo cierto es que a las pocas horas del asesinado de este joven, el problema no era el crimen y el muerto sino la supuesta «terrible amenaza de la xenofobia». Como después de un crimen islamista lo único que ha de inquietar es la islamofobia. En la «terrible oleada de xenofobia» que presentaban como poco menos que un pogromo, no pasó nada, no hubo ni un agredido ni un herido. Porque la llamada «furia xenofobia» eran miles de ciudadanos alemanes decentes que protestan porque se resisten a perder su espacio público, su libertad, su seguridad y su derecho a levantar la voz contra las injusticias y contra el crimen. Y a que encima los insulten.

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