Perfil del aire
En casa de Elliott
Siempre nos quedará alguien como Elliott para defenderla inteligencia
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Iniciar sesiónPara llegar a la casa hay que cruzar un puente de piedra después de caminar junto a la bruma que se levanta, perezosa, del río. Es invierno, y un silencio plácido acompaña a los paseantes. Una iglesia con su cementerio adosado, el verde de la ... naturaleza junto a la piedra fría de las lápidas desleídas por la goma de borrar del tiempo. El número, pequeño y discreto, nos confirma la dirección. Nos abre una señora mayor, tímida y sonriente, que no habla español. Detrás aparece un tipo alto, espigado, quijotesco en su aspecto y en sus modales. Es Elliott. Sir John H. Elliott.
Hemos venido para entrevistarlo. Estamos enfrascados en un documental sobre el conde-duque de Olivares, el hombre más poderoso de su tiempo, el primer ministro que gobernó sobre la extensión de terreno más vasta de la historia de la humanidad. Elliott se enamoró de su figura cuando lo vio, joven y preso de las pinzas del asombro, en el retrato velazqueño que permanece colgado en el Museo del Prado. A partir de ahí empezó a estudiarlo hasta escribir la mejor biografía del personaje. Elliott ha dado clase en Princeton, en Cambridge y en Oxford, donde vive con su amable y tímida esposa en una casa del siglo XVI repleta de libros y de pinturas españolas relacionadas con el Siglo de Oro.
Elliott es el intelectual que encabeza el manifiesto que ha publicado un periódico independentista escocés para poner en su sitio al nacionalismo catalán. Denuncian, entre otras sinrazones, que los alumnos que quieran estudiar en castellano allí, en Cataluña, están perseguidos y discriminados. Esa obviedad los ha movido a reaccionar contra otro manifiesto de los típicos progres -la raza abunda en Europa- que acusan al Gobierno español de judicializar el tema y de tratar a los golpistas con violencia y represión. El manifiesto de Elliott nos reconcilia con España y con la razón. Por mucho que se empeñen los ultras del nacionalismo excluyente e insolidario, siempre nos quedará alguien como Elliott para defender los derechos humanos y la inteligencia, la historia sin manipulaciones y el conocimiento como vía para llegar a la democracia ilustrada.
Elliott nos atiende con esa amabilidad y esa humildad reservada a los grandes de verdad. Le grabamos más de media hora. Diez cuestiones que serán quince. Le pedimos brevedad y clava sus intervenciones en el tiempo estipulado. Repasa la vida del conde-duque de Olivares sin papeles, sin consultar fechas, con esa clarividencia pedagógica que solo pueden exhibir los sabios. Olivares cayó por culpa del secesionista catalán que ya se llevaba por aquellos años que buscaban el ecuador del Barroco. Elliott sabe de qué está hablando. La diferencia de talla intelectual -y moral- con los rufianes que blasonan de independentismo es más que evidente. Salimos de la casa y volvemos al río, al silencio de la naturaleza, al lugar donde la belleza no tiene nada que ver con los prejuicios nacionalistas. Envueltos en la bruma del plácido sábado de invierno, nos ilumina la memoria de Elliott, a quien no sabemos cómo darle las gracias por mucho thank you que le digamos.
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