Suscribete a
ABC Premium

Tribuna Abierta

Una vida, una catedral

Fe, rigor, tesón, constancia, sacrificio y un ideal que acrisoló y dio razón a una vida de dedicación y entrega que pocos seres humanos atesorarían y atesorarán

Abel Veiga

Ha muerto Justo Gallego, el hombre consagrado a un proyecto vital, construir una catedral, la catedral de Justo. Con sus manos, encallecidas, rudas, ladrillo a ladrillo, palada a palada, y así década a década desde 1961 hasta casi el final de su vida, una vida ... larga, noventa y seis años, de los que dedicó sesenta no a un sueño, sino a una realidad que consagró en su fe a Dios. Fe, rigor, tesón, constancia, sacrificio y un ideal que acrisoló y dio razón a una vida de dedicación y entrega que pocos seres humanos atesorarían y atesorarán. Imagínense cómo debieron ver sus convecinos y autoridades hace seis décadas, entre la incredulidad y quizás tildar de locura tamaña empresa. Un hombre solo, sin ayuda, sin conocimientos técnicos de arquitectura o peritajes. Sin planos, sin otro proyecto que el día a día, la inspiración y la intuición de una promesa que ha ido cobrando realidad desde el barro y arcilla de la vida misma, reciclando materiales, buscándolos, pidiéndolos, recogiéndolos allí donde los donaban. A veces voluntarios que han estado incluso años a su lado. Otras, completamente solo. Tarea hercúlea, mayúscula y titánica para un hombre que nunca sintió esa soledad sino un aliento especial en esta empresa. Cada uno que juzgue. Empeño, fortaleza interior pese a un enjuto cuerpo que con el transcurrir de los años fue consumido por una delgadez y frugalidad extrema.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia