Rocha restaura el pacto de Rubiales con las amotinadas: «Montse Tomé por Vilda pase lo que pase»

Una contradicción en sí misma, ya que aparentemente se trataba (y se trata) de una apuesta por el continuismo de algo que, según reclamaban, era necesario cambiar. Una prueba inequívoca de que el veto a Vilda no estaba (ni está) fundamentado. Es un asunto personal.

Por eso Rubiales, en su discurso a la defensiva de la asamblea, se tuvo que dirigir a la afectada tras sorprender a la concurrencia con el ofrecimiento a Vilda de multiplicarle el sueldo y los años de contrato. Y mirándola a los ojos le anunció que sería nombrada con un muy buen contrato nueva directora deportiva del fútbol femenino, «salvo que quieras seguir siendo segunda entrenadora». ¿Recuerdan la cara de Montse Tomé al escuchar el giro de guion? Conocía, claro, el pacto previo y roto.

La ayudante de Vilda trabajó en el Mundial convencida de que después, cual fuera el resultado, sería nombrada seleccionadora. Ejerció el papel de poli buena con la plantilla, templó gaitas, discrepó con el entrenador de alguna medida, se vio fuerte segura de su futuro, pero fue una fiel escudera.

A las futbolistas les valía. ¿Y les vale? Pues ahora parece que no. Se sienten tan poderosas, que los cambios les saben insuficientes. Quieren más, romper con todo. ¿Volverán las jugadoras a la selección una vez que Vilda se va? Montse era la persona de máxima confianza del ya exseleccionador. Llegó a decir de ella que pensaban igual. La cosa pinta mal. Se trata tan sólo de una patada hacia adelante y no tardarán en volver a aflorar los conflictos en un grupo tan excelente como complicado.

¿Se siente Vilda traicionado por la nueva seleccionadora, tal como algunos no hemos sentido con nuestras compañeras de viaje en el desarrollo del fútbol femenino español? Por sus primeras palabras, no. Pero sí hay traición. Todo ha sido un plan trazado a conciencia con las jugadoras en el premundial. Y que la preparadora conocía.

¿Saldrá bien? ¿Podrá sobrevivir en el cargo al menos dos años, la media de aguante de los entrenadores en los banquillos de equipos femeninos? Eso no se sabe. Sobre todo porque es imposible aventurar cómo será Montse de entrenadora, no tiene currículum para pronosticar.

Conocí a Montse en el verano de 2015, cuando contactó conmigo porque quería montar una escuela de tecnificación en Pola de Siero. Lleva la capacidad de esfuerzo en el ADN. Su pasión es montar en bicicleta y trepar por los escarpados montes asturianos a dos ruedas. Ella había oído hablar de nuestra academia AR10 y quería hacer algo similar en su tierra natal. Me ofrecí a ayudarla y estuvimos trabajando en ello. Es afable, con buen carácter, dispuesta siempre. Incluso nos acompañó a un torneo en La Coruña y la metimos en la expedición como miembro de los servicios médicos. Aquel proyecto que tanta ilusión le hacía, no se pudo llevar a cabo porque las instituciones no apoyaron. ¿La excusa? Que no había campo.

Como jugadora, Montse, fue extraordinaria. Oviedo, Barcelona, internacional. Una pivote de buena planta, imperial. Ya retirada, mientras asistía a las clases para sacarse la licencia UEFA PRO en Madrid, bajó en un par de ocasiones a entrenar con nosotros en el CD. Tacón. Era compañera en el curso de Laura del Río, hoy directiva en la RFEF y en ese momento, enero de 2017, jugadora nuestra, estábamos aún en Primera Nacional. Al acabar el primer entrenamiento, Ana Rosell me llamó y me preguntó «¿Qué tal Montse?». Mi contestación fue directa: «Parece que tiene un imán, siempre le cae a ella el balón…». Intentamos darle razones para que se quedara en el equipo, pero fue imposible convencerla de que volviera a jugar.

Ya con el título de entrenadora aprobado, inició su andadura en la Federación como asistente técnica ese mismo año. Tomó tres meses a la selección sub-17 tras el polémico despido de Toña Is y, tras la reestructuración pertinente, Vilda la convirtió enseguida en su segunda entrenadora de la selección absoluta. ¿Precipitado? Los más críticos siempre opinaron que el nombramiento de Montse venía a cubrir «la cuota femenina« en el cuerpo técnico y así callar a las voces que clamaban contra el despido (no demasiado ortodoxo) de la citada Toña Is, habiendo tenido éxitos importantes y reconocidos.

Unas semanas antes de incorporarse a la RFEF, su única experiencia fue formar parte del cuerpo técnico, una ayudante más, de la selección sub 12 asturiana que se proclamó subcampeona de España, perdiendo contra Madrid. Es decir, llega ahora a la selección sin experiencia en los banquillos, mucha menos que la de su antecesor, que ya había dirigido a las selecciones sub 17 y sub 19 cuando se le acusaba de no haber entrenado a nadie al coger a esa absoluta que hizo campeona del mundo.