Gonzalo Nieto, director del Botánico de Madrid: «Hay muchas formas de disfrutar del Jardín»
Descubre de la mano de su director las anécdotas de este centro del CSIC, con más de dos siglos y medio de vida
PILAR QUIJADA
La primavera anuncia tímida su llegada con algunos rayos de sol, después de un frío que nos ha hecho recordar el rigor de los inviernos de Madrid. Dentro del Jardín Botánico , los «brotes verdes» ya son visibles en algunos bonsáis de la colección que ... se inició como un regalo del expresidente González. Una curiosidad con un punto de ironía, que no pasa desapercibida a la atenta mirada de quien dirige este espacio, en un día repleto de actividad por uno de los muchos eventos que tienen lugar aquí a lo largo del año. Casi todos hemos paseado por el Botánico alguna vez, pero quizá no pensamos en la persona que está detrás de esta isla de biodiversidad, situada junto a la estación de Atocha y el Museo del Prado. Ni en la actividad investigadora que se realiza en su «trastienda». Gonzalo Nieto Feliner (Madrid, 1958) ha dirigido el Jardín los últimos ocho años. Ahora pone punto final a su mandato, con la esperanza de recuperar algo del tiempo que la dirección ha «robado» a sus investigaciones.
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A este biólogo madrileño experto en biología evolutiva le ha tocado lidiar con la crisis, que desbarató dos importantes proyectos de mejora del Botánico. Pero Nieto ha sabido afrontarlo con estoicismo. Y es que se define como corredor de fondo «en la realidad, porque empecé a correr a los 12 años, y también en la aproximación a los problemas y a la Ciencia», explica mientras paseamos buscando el sol. «Correr y ser científico son dos actividades que encajan muy bien. Tal vez la mayor incompatibilidad es el tiempo que dedicas a cada una». Ambas son muy cerebrales, explica, y correr aporta «perseverancia, disciplina, marcar metas lejanas, buscar retos y cierta madurez mental, que me han venido muy bien en la vida y en la investigación».
Afición que estrecha lazos
El cercano parque de El Retiro le sirve los miércoles de pista de entrenamiento junto a otros colegas del Jardín. Como anécdota cuenta que «al principio, cuando salía a correr y me cruzaba con la gente del Jardín, no reconocían al director ‘disfrazado’». Recorre entre 30 y 40 kilómetros semanales repartidos en tres o cuatro días. No lo hace a diario porque le gusta «ir a ritmo un poco vivo para competir en las populares y correr cada día sería excesivo». Los domingos entrena en la Casa de Campo, «como tantos otros ‘runners’. Y un par de días por la tarde, en Pozuelo, donde vivo».
Siempre que viaja lleva sus zapatillas. «Correr por una ciudad que no es la tuya, permite descubrirla de otra forma», explica. En los congresos científicos esta afición le ayuda a estrechar lazos: «He corrido con colegas extranjeros muy buenos. Uno muy brillante, Jonathan Wendel, de la Universidad de Iowa, especialista en evolución y genómica del algodón, ha corrido las maratones de Estados Unidos».
Un entrenamiento así da para mucho: más de 60 carreras populares de 10 kilómetros desde 2002. Once San Silvestres vallecanas, 11 Canillejas y 12 carreras de la ciencia. Esta última, organizada por el CSIC, tiene sus orígenes en la «cross-country» de tres kilómetros celebrada en 1925 como parte del concurso atlético de la Residencia de Estudiantes. Además, Nieto se ha atrevido con medias maratones: «El año pasado corrí tres: Madrid, Lisboa y Bruselas».
«Correr y ser científico son dos actividades que encajan muy bien»En contraposición, apenas le queda tiempo para asomarse al «jardín» que tiene delante de su despacho, a diferencia de lo que hacía Santiago Castroviejo, toda una institución en el Botánico. Durante su etapa de director (1984-1994) paseaba todos los días con el conservador, Juan Armada, después de comer, explica Nieto al tiempo que hace referencia al invernadero «Castroviejo», que «se construyó en la época de Santiago, al que dimos ese nombre cuando aún vivía y le hizo mucha ilusión». Castroviejo fue el principal impulsor de «Flora Ibérica», una colosal obra de las plantas de la Península y Baleares, con 21 tomos publicados. Una tarea menos visible para los visitantes del Jardín, igual que la labor de los 18 científicos que allí trabajan. Por eso, Nieto puso en marcha en 2008 «El diario del Jardín Botánico», publicación semestral gratuita con gran aceptación entre los visitantes, en la que se reflejan estas actividades.
Son muchas las historias de cada rincón. Como la del burro que en tiempos daba vueltas al pozo situado en lo que hoy es la terraza de los bonsáis. Su trabajo servía para llenar el estanque cercano, con el que se regaba el resto del Jardín, que queda por debajo. Y sus excrementos se depositaban en la estufa fría de Graells construida en el XIX, que con su fermentación se mantenía caldeada. Todo un ejemplo temprano de sostenibilidad. Pero hay visitantes que buscan otras cosas en el Botánico. Como muestra una anécdota protagonizada por el Rey de Suecia, quien durante un acto institucional pidió visitar el Botánico: «Salí a recibirle y empecé a explicarle la historia del Jardín. Pero me interrumpió y dijo que solo quería pasear». Una anécdota «real», que refleja, dice Nieto, que «la gente aquí busca cosas muy distintas, porque hay muchas maneras de disfrutar del Jardín».
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