CRÓNICAS SABÁTICAS
No es un agosto para siestas
El Ejecutivo de Mariano Rajoy es consciente del «problema valenciano» que revelan las balanzas fiscales
No es un agosto para siestas
No corren tiempos para dormir la siesta en la política valenciana. Más allá de la sabia advertencia de los expertos del hospital de La Ribera que aconsejan no dormir más de media hora tras la comida , el calendario avanza inexorablemente hacia las elecciones autonómicas ... y municipales del último domingo de mayo de 2015. Una vez pase agosto, quedarán nueve meses (un embarazo) para la cita con las urnas en las que el Partido Popular se juega mantener su hegemonía después de dos décadas ininterrumpidas al frente de la Generalitat.
Por lo pronto, Alberto Fabra ha reducido a dos semanas las vacaciones de su Consell , que volverá a reunirse el día 8 y lo hará el 29. Isabel Bonig tampoco está por la labor de alargar la siesta de agosto y planifica un inicio de curso adelantado.
Las elecciones europeas dieron un serio aviso. La izquierda puede articular una alianza que arrebate al PP el gobierno autonómico, las Diputaciones (salvo el caso de Castellón) y los principales ayuntamientos. Los populares jugarán dos bazas.
La primera debe ser la de la recuperación económica. Si el paro sigue bajando y los ciudadanos aprecian la mejoría que ya anticipan los indicadores macroeconómicos , todavía quedará partido.
La otra baza pasa por resaltar las contradicciones internas de un hipotético tripartito, peleado de antemano en materias como las señas de identidad , la política fiscal o el medio ambiente.
Por contra, el PP valenciano sigue sin encontrar el anhelado cariño del Gobierno central. Mil millones de euros es la diferencia abismal que les separa. Una cifra con la que la Generalitat podría cumplir sus compromisos de pago sin necesidad de realizar más ajustes, insostenibles ya en vísperas de una elecciones ante la que ya ha empezado la desbandada de cargos , que podría continuar en otoño en función de la agenda judicial que espera a destacados dirigentes populares.
El Ejecutivo de Mariano Rajoy es consciente del «problema valenciano» que revelan las balanzas fiscales: una autonomía empobrecida que continúa aportando al Estado como si todavía fuera de las ricas.
A Fabra le queda poco margen de maniobra y ninguneos como el del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro (incapaz de hallar en su agenda de julio un hueco para recibir a los empresarios valencianos ), contribuyen a un desgaste ante el que la oposición se frota las manos: con el Gobierno valenciano enfrentado al central los socialistas sí que se pueden echar la siesta. Fabra no tiene ese lujo a su alcance.
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