Nada hace más visible el carácter absurdo de los doce años de guerra civil en Siria que los efectos devastadores del último terremoto. Los núcleos de población más afectados por el seísmo fueron las ciudades de Alepo, controlada desde hace seis años por ... el Gobierno de Damasco, e Idlib, que resiste en manos de los rebeldes. Alepo fue reconquistada por las fuerzas de Bashar al Assad con la ayuda de los rusos, mientras que Idlib -en la frontera con Turquía- ha resistido como uno de los últimos bastiones en manos de los rebeldes gracias al apoyo de Ankara.
Doce años desde la mal llamada Primavera Árabe han dejado un país de cultura milenaria roto, hundido, con un saldo según Naciones Unidas de 300.000 muertos, y en manos ya no de las antaño potencias coloniales europeas sino de los nuevos dueños de la región: la Rusia de Putin y la Turquía de Erdogan.
Los esfuerzos por salvar la vida de miles de heridos en el terremoto chocan con la cruda realidad de los efectos de la guerra civil, que aún sigue crepitando aunque a baja intensidad. Infraestructuras devastadas, hospitales derruidos después de tantos años de ataques aéreos de ambos bandos, y el temor a una nueva ola de emigración hacia los países vecinos, en particular Turquía y el Líbano. Según la ONU el 90 por ciento de los 18 millones de sirios aún siguen viviendo en el país, el 70 por ciento en condiciones de pobreza.
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