La megahuelga de transportes obliga a los alemanes a teletrabajar

Muchos ciudadanos optaron por el trabajo en modo remoto y permitir a los niños faltar al colegio. Solamente a primera hora de la mañana se registraron atascos de tráfico en la entrada de grandes ciudades y, además de estos inconvenientes, la huelga deja un reguero de perjuicios económicos a muchas empresas sin lograr a cambio sus objetivos.

Los sindicatos EVG y Ver.Di pretendía forzar una subida salarial en convenio colectivo del 10,5% o de al menos 500 euros mensuales en las nóminas de 2,5 millones de trabajadores del sector, alegando los estragos que la inflación, que en Alemania permanece en el 8,7%, está causando en su capacidad adquisitiva.

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Rosalía Sánchez

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«Estamos en huelga hoy porque, a pesar de la difícil situación financiera de muchos empleados, no se nos presentó nada en la negociación colectiva que pudiéramos negociar seriamente», justificaba este lunes Kristian Loroch, miembro de la junta de negociación colectiva, «la República se alza porque los empleadores se niegan a las demandas, el país funciona gracias a los trabajadores y esos trabajadores, debido a la inflación, están pasando situaciones de necesidad».

La huelga, sin embargo, no cumplió con su objetivo. A última hora del lunes la patronal confirmaba su última oferta: una subida salarial del 5% en la negociación del convenio colectivo. El operador ferroviario alemán Deutsche Bahn criticó la huelga como «desproporcionada». «Millones de pasajeros que dependen de trenes y autobuses están sufriendo una huelga excesiva, no todo el mundo puede trabajar en modo remoto, las miles de empresas que reciben o envían sus mercancías por ferrocarril se ven también afectadas y habrá muchas pérdidas económicas. Los únicos ganadores del día son las compañías petroleras», dijo un portavoz. Sin embargo, aunque a lo largo del día surgieron numerosas quejas ciudadanas, la huelga era apoyada o al menos comprendida, por una cantidad significativa de alemanes. El popular diario ‘Bild’ ha publicado una encuesta en la que ofrecía a sus lectores dos reacciones alternativas a la huelga: «Solo un gran golpe consigue un gran efecto» y «¡Mierda! Esto es totalmente desproporcionado». Para sorpresa de la redacción, el 40% optaron por la primera respuesta, mientras que el 43% votaron por la segunda, una diferencia para nada abrumadora.

El motivo es seguramente que cada alemán siente en su bolsillo los efectos de la inflación. Los salarios reales en Alemania han caído a un ritmo récord del 4,1%, más que nunca desde el comienzo de la serie estadística en 2008, según los datos de la Agencia Federal de Estadística. Al mismo tiempo, los precios al consumo han aumentado una media del 7.9%. Los trabajadores ven por eso con cierta simpatía la huelga mientras las asociaciones de empleadores temen un efecto llamada a demandas salariales en otros sectores y animan a las empresas públicas afectadas a atrincherarse en su negativa. Semejante subida salarial, alegan, dispararía la temida segunda ronda de la inflación y generarían problemas presupuestarios, puesto que se expandiría a cientos de miles de pensiones de jubilación, dependientes y viudos en pocos años. Pero los sindicatos avanzan que no se rendirán y por eso es posible que paros como estos se repitan.