Scholz y Macron

La efusividad de uno contrasta con el perfil bajo del otro al margen de discrepancias con los Leopard o la energía

Emmanuel Macron y Olaf Scholz durante una visita del primero a Berlín en mayo de 2022 EFE

Rosalía Sánchez

Corresponsal en Berlín

«Ciertamente crujió un poco», admite sobre las relaciones entre París y Berlín Anke Rehlinger, que acaba de asumir la oficina de representación cultural germano–francesa. «Mi impresión es que ha sido una llamada de atención y que las relaciones bilaterales se están reactivando intensamente».

Está convencida de que la reunión de hoy entre ambos mandatarios irá bien porque ha sido bien preparada. Scholz sabe que Macron espera un gesto significativo de afinidad y está dispuesto a dar pasos que demuestren la recomposición del eje franco–alemán, pero hay diferencias de base que permanecen, sobre todo en torno a los asuntos de Defensa, otrora periféricos pero que la invasión de Ucrania ha removido a un lugar prioritario de la agenda europea.

Scholz es partidario de retomar el formato Normandía para propiciar una negociación entre Rusia y Ucrania, pero Macron ha perdido la esperanza por esa vía. El signo más visible de acercamiento es el avance en el sistema de aviones de combate FCAS, que se creía muerto y sobre el que hay un acuerdo en ciernes. Y por supuesto está el asunto de los Leopard, en el que Berlín no cede.

Incluso en política energética parece haber cierta voluntad de compromiso por parte de Alemania, con la firma del acuerdo formal de seguridad energética sobre intercambio de electricidad y gas con Francia. Pero Scholz sigue sin estar de acuerdo con el tope de los precios del gas en la UE. Alemania acaba de firmar compras de gas licuado a Qatar que no gustan en París y que quedan fijadas a largo plazo.

Desavenencias comerciales

Alemania no descarta, por otra parte, mantener cierto nivel de pasividad ante el proteccionismo estadounidense, con tal de preservar unas relaciones trasatlánticas fundamentales para sus exportaciones y para su defensa, allí donde Macron preferiría estar trabajando en la arquitectura de una defensa europea. En Berlín tampoco se ve con simpatía la posibilidad de una Ley de Compras Europeas, que otorgue prioridad a los proveedores europeos en los contratos públicos, que Francia promueve.

La comunicación, en fin, sigue siendo un problema. Scholz y Macron no hablan el mismo idioma diplomático. La contundencia con la que el francés exhibe liderazgo europeo desde que Merkel salió de la Cancillería apabulla en Berlín y la estrategia de «confrontación fructífera» que practica Macron irrita al hombre de consenso y perfil bajo que es el canciller alemán. No es la primera vez que la efusividad francesa resulta excesiva para los alemanes. Recordemos que Merkel llegó a pedir por vía diplomática que Sarcozy no le diera tantos besos en las bilaterales. Pero esta vez ha conducido a desencuentros entre dos líderes condenados a entenderse.

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