Robert F. Kennedy Jr., una candidatura improbable para tumbar a Biden
La oveja negra de los Kennedy, marcado por su posición antivacunas, busca la presidencia de EE.UU.
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Corresponsal en Nueva York
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Iniciar sesiónQue a Joe Biden le aparezca un rival con el apellido Kennedy para su reelección debería ser siempre un motivo de preocupación para el presidente de EE.UU. El contendiente no es un Kennedy cualquiera: Robert F. Kennedy Jr. está en campaña para ... conseguir la nominación a la presidencia de EE.UU. por el partido demócrata. Es hijo de Robert F. Kennedy, fiscal general de EE.UU. y candidato a la presidencia, y sobrino de John F. Kennedy, presidente de EE.UU. e icono demócrata, además de sobrino de Ted Kennedy, senador histórico por Massachusetts, y familiar de muchos otros Kennedy vinculados a la política.
Los asesinatos de su padre y de su tío en la década convulsa de 1960 son heridas imborrables en EE.UU. y nunca ha desaparecido del todo la idea de que volverá a aparecer un Kennedy que inspire y una al partido demócrata y al país.
Es difícil, para alegría de Biden, que ese sea el caso de Robert F. Kennedy Jr. El nuevo candidato podría tener mucho para ser una amenaza -pedigrí político, el atractivo físico heredado de su padre y tío, una carrera prestigiosa como abogado medioambiental- pero viene marcado por un asunto clave: su postura antivacunas.
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Kennedy, de 69 años, comenzó a relacionar de forma pública las vacunas que se ponen a los niños con autismo a comienzos de este siglo. Esa posición le colocó en los márgenes del discurso público convencional y le enfrentó con la gran mayoría de la comunidad científica. Y le acercó a ámbitos alejados del partido demócrata. En 2017, poco después de llegar a la Casa Blanca, Donald Trump le ofreció presidir una comisión oficial sobre la seguridad de las vacunas.
La pandemia de Covid-19 le dio más relevancia y se colocó como uno de los grandes críticos a las medidas sanitarias impuestas para combatir el virus, como los confinamientos, restricciones y, sobre todo, la vacunación masiva y la obligación de recibirla en algunos casos. En 2021, le echaron de Instagram, acusado de diseminar desinformación.
En su discurso de presentación de candidatura, desgranó una visión de un EE.UU. dominado por poderes fácticos, que lleva a decisiones como las tomadas durante la pandemia. Su objetivo, dijo, es «acabar con la unión corrupta de poder estatal y poder corporativo que amenaza con imponer un nuevo tipo de feudalismo corporativo en nuestro país».
Es un mensaje que puede calar en parte del electorado demócrata y más allá de él, también entre republicanos e independientes, entre una creciente desafección con los poderes del estado y una reacción al discurso 'woke' que se ha instalado en la América progresista. Algunas de las personalidades conservadoras más extremas –Steve Bannon o Alex Jones– han alabado a Kennedy y han llegado a apoyar que se presente como candidato a vicepresidente con Donald Trump.
«Estoy viendo cómo me roban mi país», proclamó Kennedy en su anuncio de candidatura, la segunda que le plantan a Biden para las primarias demócratas de 2024. La primera ha sido la escritora de autoayuda Marianne Williamson, que ya lo intentó en 2020, sin ningún éxito.
Es improbable que el caso de Kennedy sea distinto. Biden cuenta con toda la maquinaria demócrata para optar a la reelección y solo una vez en la historia de EE.UU. –Franklin Pierce, en 1852– un presidente elegido por las urnas se ha quedado sin nominación.
Más que una amenaza para Biden, Kennedy es un síntoma de su debilidad como candidato. Todavía en los primeros pasos de la campaña, Kennedy ha arrancado un pedazo del electorado demócrata. Varias encuestas del mes pasado le daban un apoyo de entre el 12% y el 20%, mucho más de lo que se podía esperar para un candidato ignorado por el partido. Es una señal evidente de que muchos demócratas tienen apetito de cualquier candidato que no sea el actual presidente.
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