Los autores del fallido golpe de Estado en la República Democrática del Congo podrían enfrentar la pena de muerte
Entre los detenidos hay tres soldados estadounidenses, ha señalado el portavoz de las Fuerzas Armadas
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Un hombre vestido con uniforme militar habla mientras otros están junto a él dentro del Palacio de la Nación durante un intento de golpe en Kinshasa
Este comienzo de semana se respira una tensa calma en la ciudad de Kinshasa (capital de la República Democrática del Congo), tras el fallido intento de golpe de estado contra el Gobierno de Félix Antoine Tshilombo Tshisekedi (Léopoldville, 13 de junio de 1963).
El ... Ejército de la R. D. del Congo tranquilizó a la población el domingo tras comunicar la muerte de cuatro atacantes sospechosos de haber intentado dar un golpe de Estado en el país. Entre los fallecidos se encuentra el líder de este frustrado levantamiento, Christian Malanga, miembro de la diáspora congoleña y contrario al recientemente reelegido presidente de la R. D. del Congo.
Según las primeras informaciones, en torno a las 4.30 hora local (3.30 GMT) del domingo alrededor de 50 personas atacaron la vivienda de la primera ministra, Judith Suminwa Tuluka, el ministro de Defensa, Jean Pierre Bemba y el vice primer ministro, Vital Kamerhe, antes de atacar el Palacio de la Nación.
El portavoz de las Fuerzas Armadas de R. D. del Congo, el general Sylvain Ekenge, ha confirmado que entre los detenidos hay tres soldados estadounidenses, entre ellos un hijo de Malanga. Al parecer también han encontrado armamento militar, drones y banderas de Zaire, el nombre oficial del país durante dictadura de Mobutu Sese Seko. Según las mismas fuentes, Christian Malanga tenía entre sus objetivos instaurar un nuevo régimen bajo la denominación de Nuevo Zaire.
Malanga nació en 1983 en la entonces República del Zaire, creció en la comuna de Ngaba, en Kinsasa, y vivió en Sudáfrica y Esuatini antes de instalarse en Estados Unidos.
Plotin Yambenga, analista y periodista radiofónico en R. D. del Congo, comenta a ABC que «Malanga es un antiguo oficial de las fuerzas armadas congoleñas (FARDC) que vive exiliado en Estados Unidos desde la caída de Mobutu. Lleva unos diez años metido en política. En 2016 intentó derrocar el régimen de Joseph Kabila, pero su plan no funcionó».
Yambenga explica que «Malanga ha entrado en Kinshasa a través del aeropuerto internacional de N’djili. Tras matar a dos policías se dirigieron al Palacio de la Nación, donde tomaron el control durante una hora bloqueando el sistema de comunicaciones. Poco después, la Guardia Republicana intervino rápidamente y sofocó el levantamiento».
Este hecho ha coincidido con la reciente noticia de la reinstauración de la pena de muerte en el país. La moratoria sobre la pena capital se remontaba a 2003, cuando era presidente Joseph Kabila. Esta nueva ley se aplicaría contra los militares que incurran en traición y los culpables de «bandidaje urbano causante de muertes», según un documento firmado por la ministra de Justicia, Rose Mutombo. Todo hace pensar que los golpistas capturados se tendrán que enfrentar a un duro proceso judicial donde la pena de muerte podría ser una de las sentencias.
Lwanga Kakule, periodista congoleño afincado en Kinshasa, explica que «el domingo, gran parte de la población prácticamente no se había enterado del intento de golpe de estado por haberse producido de madrugada. Por las calles se respira tranquilidad, no se ha paralizado la ciudad y los comercios siguen abiertos». «Por otro lado, algunas personas opinan que este movimiento podría haber sido preparado desde el propio Gobierno para mostrar su fortaleza y capacidad de reacción», agrega Kakule.
Para Nicole Ndongala, directora general de la Asociación Karibu y mimbro del consejo asesor de Casa África, «los que vivimos en la diáspora estamos temblando porque tenemos familiares allí. Ojalá se restablezca pronto la paz en mi país y podamos mantener la esperanza. Rechazo cualquier intento de golpe de estado». Y añade que «este supuesto intento de golpe de estado ha desencadenado protestas y disturbios y sabemos que muchos inocentes pueden morir por ajustes de cuentas, etc. Todo esto está generando un clima de incertidumbre que no cambiará si no se logra un diálogo sincero para encontrar una solución política y pacífica siempre poniendo a las personas en el centro».