La República Democrática del Congo y Ruanda, al borde de una guerra de consecuencias catastróficas
Los congoleños han protestado frente a las embajadas de varios países por el presunto apoyo que brindan al presidente ruandés Kagame
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Gabriel González-Andrío
La República Democrática del Congo y Ruanda podrían iniciar próximamente una guerra sangrienta de consecuencias inimaginables. La antesala de esta escalada del conflicto han sido las recientes manifestaciones de cientos de congoleños frente a las embajadas de Estados Unidos, Francia, Bélgica, el Reino Unido ... y las oficinas de la misión de la ONU en el país (Monusco), para denunciar el apoyo de estas potencias al presidente ruandés, Paul Kagame, que ha sido acusado de desestabilizar el este del Congo para hacerse con los preciados recursos minerales.
La concentración de tropas ruandesas frente a la frontera y la presencia de soldados ruandeses en territorio congoleño combatiendo junto al grupo rebelde M-23 hace muy posible el inicio de una guerra entre la República Democrática del Congo y Ruanda, con consecuencias catastróficas para la población congoleña, sumida en la miseria y con cientos de miles de refugiados internos en los últimos meses debido a la ofensiva del M-23.
El M-23 se constituyó el 4 de abril de 2012, cuando 300 soldados, la mayoría de los cuales eran antiguos miembros del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo, se rebelaron contra el gobierno congoleño, criticando las condiciones paupérrimas del Ejército.
Según fuentes congoleñas, en las últimas dos semanas han entrado en Kivu del Norte gran cantidad de material militar y unidades del Ejército ruandés en apoyo del M-23. También se ha visto a soldados ugandeses. Han caído varios proyectiles en zonas urbanas de Sake y Goma y en un campo de desplazados de Sake, con numerosas víctimas mortales.
Bombardeo
El aeropuerto de Goma, a pocos kilómetros de la frontera, fue bombardeado presuntamente desde Ruanda. La ciudad de Sake está actualmente sitiada por el M-23 y de la ciudad y sus campos de desplazados han huido decenas de miles de personas hacia la cercana Goma, que ya tiene medio millón de desplazados.
Estados Unidos, el gran apoyo de Kagame, presiona «oficialmente» para una solución negociada, mientras Francia juega a dos bandas: apoya a Ruanda, pero, ante su desprestigio en África, pide la retirada del M-23. En estos días, Ruanda ha acumulado gran cantidad de tropas junto a la frontera con la República Democrática del Congo y frente a Goma. Mientras tanto, la Monusco ha sufrido varios ataques.
«Mientras Estados Unidos y Francia pedían ahora la retirada del M-23 y del apoyo que recibía por parte del régimen ruandés de Kagame, la Unión Europea firmaba con Ruanda un acuerdo de 'estrecha colaboración' en materia de recursos minerales, dándole así al régimen ruandés el espaldarazo necesario y legitimando sus prácticas de comprobado saqueo de los recursos de la República Democrática del Congo, todo ello a las puertas de una posible guerra», explica el escritor y analista Julián Gómez-Cambronero, autor del libro '¿A quién le importa el Congo?' y del blog 'CongoActual'.
Durante estos días, el conflicto se ha intensificado con los enfrentamientos entre el Ejército congoleño y el M-23. Según cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados, son ya más de 150.000 personas las que han huido -el 50% son niños-, sumándose a las 800.000 personas desplazadas internamente en la región y a los 2,5 millones en toda la provincia de Kivu del Norte desde que la violencia se intensificó hace una década.
«Las potencias mundiales deben dejar de financiar al régimen de Kagame y la ONU debe imponer sanciones contra Ruanda. Para hacer funcionar sus industrias, necesitan el coltán y cobalto de la República Democrática del Congo. Si deciden firmar alianzas con el Gobierno congoleño, no ganarán mucho. Por eso prefieren utilizar a Kagame, ofreciéndole armas para desestabilizar esta parte del país y saquear sus recursos», explica desde Kinsasa el periodista Plotin Yambenga.
Baño de sangre
Nicole Ndongala, directora de la asociación Karibu (Amigos del Pueblo Africano), afirma que «es inaudito y repugnante que en pleno siglo XXI estemos permitiendo que un genocidio ocurra delante de nuestros ojos sin que estemos tomando medidas firmes y contundentes para detenerlo. La República Democrática del Congo, una tierra que alguna vez fue reconocida por su rica cultura y por su gente hospitalaria, hoy se ha convertido en una tierra bañada en sangre y lágrimas. Miles de mujeres y niñas inocentes están siendo asesinadas, mutiladas y violadas. Sin embargo, la comunidad internacional ha decidido cerrar los ojos y hacer oídos sordos».
Durante estos días, el conflicto se ha intensificado con los enfrentamientos entre el Ejército congoleño y el M-23
Lwanga Kakule, periodista congoleño, comenta que «nuestro presidente dijo unos días antes de ganar las elecciones que sería suficiente que una bala se escuche en Goma para declarar la guerra. Sin embargo, no parece realista, ya que el Ejército congoleño no está preparado para entrar en conflicto y sería la población la que terminaría sufriendo las consecuencias».
El pasado 18 de febrero, todas las misas de Kinsasa, la capital de la República Democrática del Congo, terminaron con una invocación especial por la paz en las zonas devastadas por la violencia de los grupos armados. El obispo de Goma, monseñor Willy Ngumbi Ngengele, alertó de que «las maniobras del M-23 están poniendo en peligro los suministros y ahora existe un riesgo real de que estalle la hambruna en Goma y la gente empiece a morir por falta de alimentos». «El temor generalizado es que la guerra ponga en grave peligro la coexistencia y la convivencia pacífica entre etnias y entre Estados vecinos», señaló.
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