¿Por qué el debate público se ha convertido en un repugnante espectáculo en EE.UU.?
Trump ha demostrado en su segundo mandato que no le interesa en absoluto mostrar una versión edulcorada de sí mismo
¿Por qué Trump está desmantelando la principal institución policial de EE.UU.?
Trump es un virtuoso del 'reality politics' hasta el punto de haberse transformado en un político postelevisivo
Cuando el cine era considerado como el séptimo arte, Ronald Reagan llegó a reconocer que todo lo que sabía de política lo había aprendido en Hollywood, negociando con estudios y sindicatos. El gran problema es que las grandes pantallas de antaño se han ido ... haciendo mucho más pequeñas e individuales. Y la búsqueda insaciable de autenticidad por parte de audiencias, consumidores y votantes ha terminado por convertir la política en un 'reality show', en el que lo soez se confunde con lo genuino y la mala educación se hace pasar por sinceridad.
En la era de lo que podríamos llamar 'reality politics', la banalidad, los insultos, la bronca perpetua y los teatrillos han terminado por adueñarse del debate público. Donald Trump es un virtuoso hasta el punto de haberse transformado en un político postelevisivo. Aunque nunca ha sido un empresario especialmente exitoso, supo interpretar a uno de manera brillante al protagonizar durante catorce temporadas su propio programa de telerrealidad en la NBC: 'The Apprentice'. Un popular concurso que le sirvió de precampaña para triunfar en las primarias republicanas de 2016, fomentando la percepción de que sabía dirigir el Gobierno de Estados Unidos como un negocio.
Con Zelenski en el Despacho Oval, Trump ha demostrado en su segundo mandato que no le interesa en absoluto mostrar una versión edulcorada de sí mismo. Su maléfica transparencia se centra en ofrecer una actuación que, a pesar de todas sus contradicciones, parece mucho más auténtica que la de sus rivales. Con la gran ventaja de que al dominar su propia «anarquía controlada» resulta bastante más sincero que otros políticos tradicionales.
El objetivo ya no es construir grandes mayorías, articular políticas de consenso, satisfacer el interés general y demostrar competencia en la gobernanza. Ahora se trata de fomentar el sectarismo, sin reparar en vileza o corrupción, y cimentar la perniciosa idea de que todo vale. Lo verdaderamente relevante es monopolizar el debate público. Como el mismo Trump avanzó hace nueve años: «Lo importante no son las encuestas. Son los índices de audiencia».