DE LEJOS
Un atentado más que previsible
¿Por qué no es una sorpresa que la tribalización política que sufre Estados Unidos degenere en violencia armada?
¿Por qué ni Biden ni Trump están cualificados para liderar EE.UU.?
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Iniciar sesiónQuizá el mayor alarde de sinceridad de un mentiroso compulsivo como Donald Trump tuvo lugar en 2016, cuando presumió de que podía salir a la Quinta Avenida de Nueva York y pegarle un tiro a alguien sin perder ni un solo voto. Aquella bravuconada – ... que anticipaba la impunidad con que opera el más destructivo nacional-populismo al generar su propia legitimidad iliberal– sentó el tono de la pesadilla política que sufre Estados Unidos.
Con un antes y después irreversiblemente marcado por el asalto al Capitolio, violencia y política llevan demasiado tiempo entremezcladas en un país de gatillo muy fácil, con más armas de fuego en circulación que habitantes. Volviendo a resucitar todo ese sangriento historial, que empieza con el vicepresidente Aaron Burr retando a un duelo y matando a Alexander Hamilton, y que suma cuatro presidentes asesinados y una sucesión de atentados contra destacados políticos.
Existe un consenso entre historiadores y académicos en que la actual encrucijada política es una de las más peligrosas en la historia de Estados Unidos. No faltan comparaciones con los años anteriores a la elección presidencial de Abraham Lincoln en 1860 y la reelección de Franklin Delano Roosevelt en 1940. El primero advirtió ante la inminente guerra civil americana con un millón de muertos que «una casa dividida no puede sostenerse en pie» y el segundo se enfrentó no solo a las crecientes simpatías hacia el fascismo dentro de Estados Unidos sino también a la cuestionable neutralidad del original «America First» ante la Segunda Guerra Mundial.
El Sistema Nacional de Alerta sobre el Terrorismo, publicado periódicamente por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), viene advirtiendo claramente sobre el riesgo multiplicado de violencia política en Estados Unidos. Con el riesgo documentado que conforme avance el ciclo electoral, la violencia extremista se centre en instituciones democráticas, candidatos políticos, las oficinas de los partidos, y los eventos y trabajadores que hacen posible los comicios.
En el epicentro de estos multiplicados riesgos de violencia política en Estados Unidos se sitúa la «gran mentira» de Donald Trump, según la cual en los comicios presidenciales de 2020 se le privó de la reelección a través de un masivo fraude. De acuerdo con esta acusación nunca demostrada, porque entre otras cosas implicaría falsear más de siete millones de sufragios, el presidente Biden es ilegítimo. Una paranoia asumida por el Partido Republicano y extendida por Trump incluso a las próximas elecciones.
Entre la plétora de estudios y publicaciones sobre el riesgo de una guerra civil en los Estados Unidos del siglo XXI, destaca el libro de la profesora Barbara F. Walter titulado 'How Civil Wars Start'. Esta politóloga de la Universidad de California, pese a su temor a no querer fomentar una profecía autocumplida, argumenta que las guerras civiles contemporáneas son eventos comunes, pero al mismo tiempo excepcionales. Las estimaciones que maneja la profesora Walter abarcan cientos de enfrentamientos internos durante los últimos 75 años. Al mismo tiempo, durante un año cualquiera, solamente el 4% de los países que reúnen las condiciones para enfrentarse en una guerra civil desembocan realmente en una. «Las guerras civiles se desencadenan y se intensifican de forma predecible; siguen un guion», escribe Walter en la introducción de su libro.
La profesora Walter, con una exuberancia de datos y escalas numéricas, llega a la conclusión de que Estados Unidos se encuentra claramente dentro de la «zona de peligro» de una «escala de cinco puntos» que mide el faccionalismo y una «escala de 21 puntos» que mide el «índice de polity» de un país, donde una autocracia completa obtiene un -10 y una democracia completa obtiene +10. Con la particularidad de que Estados Unidos se ha deslizado de +10 a +5 en cuestión de pocos años, ocupando lo que Walter y sus colegas llaman la zona no bastante democrática y no bastante autocrática de una «anocracia».
La autora suma todos los factores de riesgo que ya están presentes en Estados Unidos: faccionalismo, decadencia democrática, muchas armas. También hay, de manera crucial, un grupo que alguna vez fue dominante y cuyos miembros temen que su estatus privilegiado desaparezca. No son las masas oprimidas las que inician una guerra civil, dice Walter, sino los llamados «sons of the soil» (hijos de la tierra), dispuestos a recurrir a la violencia para aferrarse al poder.
Todas estas advertencias –amplificadas a través de otros libros, artículos académicos e incluso películas de Hollywood– han multiplicado la popularidad de una cita atribuida a Malcolm Turnbull, ex primer ministro de Australia, sobre la tendencia de Estados Unidos a autocalmarse con analgésicas homilías: «¿Conocen esa gran frase que se escucha todo el tiempo? 'Esto no somos nosotros. Esto no es Estados Unidos'» pregunta Turnbull. «¿Saben qué? En realidad, lo es».
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