Orbán promete hacer que «Europa vuelva a ser grande» en el semestre de presidencia húngara

El primer ministro húngado ha anunciado que pretende hacer de este mandato un ejemplo de buena gestión y normalidad en los trámites ordinarios e incluso apuntarse todos los éxitos que sea posible

Hungría no interferirá en el plan de la OTAN contra Rusia a cambio de excluirse de operaciones «fuera de la Alianza»

El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán EP

Enrique Serbeto

Corresponsal en Bruselas

Después de un periodo de grandes debates en el seno de las instituciones europeas, en los que se llegó a considerar la posibilidad de saltar el turno de la presidencia, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, bien conocido por sus actitudes desafiantes hacia la ... UE, inicia este lunes su semestre de presidencia europea. Seguramente con el objetivo de acallar las críticas y evitar ataques contra su figura, Orbán ha anunciado que pretende hacer de este semestre un ejemplo de buena gestión y normalidad en los trámites ordinarios e incluso apuntarse todos los éxitos que sea posible. El lema que ha elegido Orban, inspirado sin duda en uno de los más famosos eslóganes del trumpismo, es precisamente 'Hacer que Europa vuelva a ser grande', algo que puede ser objeto de todo tipo de interpretaciones.

Los responsables húngaros son conscientes de que sus actitudes van a ser escrutadas con microscopio en Bruselas y en todas las capitales, en gran parte porque la trayectoria de Orbán en los últimos años no ayuda a que esos buenos propósitos sean creíbles. En los últimos años, el Gobierno húngaro ha sido constantemente una piedra en el zapato de la UE, especialmente en momentos clave en los que ha abogado siempre por retrasar o suavizar las sanciones contra Rusia al tiempo que bloqueaba las decisiones para agilizar la ayuda militar a Ucrania. Eso sin mencionar las diferencias sobre el respeto al Estado de derecho en el país, lo que le acarreó un paquete de sanciones que bloqueó una parte de los fondos de recuperación.

Precisamente a causa de esas suspicacias, la presidencia belga ha intentado dejar resueltas la mayor parte de las cuestiones que pudieran ser reinterpretadas por la húngara como el inicio de las negociaciones de adhesión con Ucrania y Moldavia, el último paquete de sanciones contra Rusia y el nuevo desembolso de millones en ayuda militar a Ucrania. A pesar de que teóricamente el papel de cualquier presidencia es el de favorecer los acuerdos haciendo de «intermediario honesto», en Bruselas se mira con desconfianza hacia Budapest.

Sobre todo porque lo que la presidencia belga no ha logrado concluir un acuerdo sobre varios temas de gran importancia para el conjunto de la UE, pero que son típicamente fuente de desencuentros con el Gobierno húngaro, como el Programa Europeo para la Industria de Defensa o el reglamento para utilizar los rendimientos de los activos rusos congelados por las sanciones para ayudar militarmente a Ucrania.

De momento, los funcionarios húngaros tratan de hacer creíbles sus propósitos en Bruselas, mientras Orbán está intentado formar una nueva alianza política que se llamará Patriotas de Europa para impulsar las ideas nacionalistas y euroescépticas. A su propio partido, Fidesz, expulsado del Partido Popular Europeo por su actitud poco respetuosa con los valores comunitarios, se ha unido el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) y el Movimiento Checo de Acción de Ciudadanos Insatisfechos (ANO), con la esperanza de poder convertirse en un nuevo grupo en el Parlamento Europeo, ya que no se sienten cómodos en ninguno de los demás grupos de derecha radical como el de los Conservadores y Reformistas (ECR) de Georgia Meloni, o el de Identidad y Democracia (ID) de Marine Le Pen.

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