Milei y Scholz cierran la polémica y muestran su sintonía sobre las inversiones

Milei ha dedicado gran parte de los seis meses que lleva en el Gobierno a lanzar enfurecidas críticas contra el socialismo. Si bien durante la campaña que le llevó a la Casa Rosada no ocultó su total rechazo hacia la socialdemocracia, desde su llegada al poder y en casi todos sus viajes al extranjero –10 en total– la denostación del socialismo y de los socialistas ha sido una constante.

Prueba de ello fue su paso por Madrid el pasado viernes, donde recibió la Medalla de la Comunidad. En sus discursos el presidente Milei apela una y otra vez a su propia convicción: «Si los socialistas entendieran de economía, no serían socialistas». Esto lo afirmó también tres días antes, para luego disparar contra el «socialismo empobrecedor» y el «populismo violento». Un día más tarde, y con un premio más en sus manos –en este caso, la Medalla Hayek–, en Hamburgo el presidente argentino ofreció otra alocución en la misma línea, en el que acusó a los socialistas de «estar violentos».

Pese a todo, Milei tuvo su primera reunión con un líder socialdemócrata en Berlín: Olaf Sholz abrió la Cancillería para recibirle, convirtiéndose en el primer mandatario, en las antípodas del ideario del presidente de Argentina, que se reúne con él. Si bien no se aplicó el protocolo habitual para recibir a un mandatario extranjero, con honores militares incluidos, el encuentro resultó tan breve como cordial. Las protestas en la puerta de la Cancillería pusieron de relieve que el periplo europeo de Milei ha despertado cierto enojo.

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Guadalupe Piñeiro Michel | corresponsal en Buenos Aires

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Según revela el periódico 'La Nación', Scholz había llamado por teléfono a Milei el pasado 8 de enero para comunicarle que quería entablar una relación directa con él. Así, la reunión, muy breve –de menos de una hora de duración–, no consistió en un encuentro a solas, sino que contó con la presencia de funcionarios de ambos países. La agenda incluyó algunos pormenores vinculados al postergado acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur, así como la posibilidad de ingreso de Argentina en la OCDE.

En un momento de la conversación, el canciller Scholz pidió a Milei que tuviera en consideración el impacto social que generan las medidas económicas de su Gobierno. «El canciller y el presidente Milei hablaron sobre los propósitos argentinos de reforma y sus repercusiones para la población. En este sentido, el canciller subrayó que, desde su punto de vista, deben ser criterios importantes la compatibilidad social de las reformas y la protección de la cohesión social», expresó el Gobierno alemán a través de un comunicado oficial.

Si bien el encuentro entre el canciller y el presidente argentino ha generado un ambiente enrarecido en el entorno de ambos –en el caso de Milei, por verse con un socialdemócrata tras días enteros de críticas; y en el de Scholz, porque la incomodidad fue tal que su portavoz se vio obligado a justificar la visita recordando que Milei «fue elegido democráticamente»–, los lazos comerciales entre los dos países hacían de Berlín una parada obligada.

En Argentina operan actualmente un centenar de firmas alemanas, con una inversión anual de 4.250 millones de dólares. Pero además, debido a que el modelo económico de Milei, que es jefe de un Estado que propone «destruir», necesita de manera casi desesperada despertar el interés de inversores foráneos.

En la prensa argentina se explican los intereses del Gobierno de Milei en Alemania: el país sudamericano busca ser tenido en cuenta en las cadenas de valor alemanas y atraerlas con su oferta de litio, cobre y gas licuado. Y para Alemania se trata de una oportunidad nada despreciable.

Scholz es un actor necesario para impulsar el acuerdo UE-Mercosur y el Gobierno argentino lo sabe. Ideológicamente incompatible, pero necesario. Tan es así que este encuentro le ha otorgado a Milei la foto más importante de todo el viaje. Y, según se espera, una puerta hacia nuevas inversiones para impulsar un crecimiento económico en Argentina.