La mano dura contra las maras catapultará a Bukele a un triunfo electoral aplastante en El Salvador

Los sondeos pronostican una victoria histórica del actual presidente en los comicios de mañana

Podría alcanzar el control del 95% de la Asamblea Legislativa y relegar a los opositores a la irrelevancia o extinción

El TC salvadoreño acepta que Bukele busque la reelección a pesar de que la Constitución lo prohíba

Presos maniatados en una cárcel de San Salvador EFE

Juan Diego Godoy

San Salvador

Parece que la suerte ya está echada. Este domingo 4 de febrero, más que una clásica contienda electoral en la que se medirán diversas propuestas de país para captar simpatizantes y pelear hasta el último voto, todo apunta a que será la confirmación de lo ... que ya todos saben en El Salvador: Nayib Bukele (42 años) se convertirá en el primer presidente reelecto de la historia moderna del país centroamericano y se llevará todo.

Es decir, desaparecerán los partidos políticos pequeños y humillará a los tradicionales, al tiempo que sus diputados previsiblemente ocuparán 57 de los 60 escaños. El Salvador, pues, se tiñe de celeste, el color de la poderosa formación política Nuevas Ideas (NI) que fundó.

Las pocas encuestas que se han publicado en el país centroamericano coinciden en la victoria aplastante de Bukele. La última de ellas, elaborada por el consorcio electoral Observa El Salvador, integrado por tres universidades y cinco organizaciones de la sociedad civil, sugiere que el presidente será reelegido con un 70,9% de votos. Sus oponentes no intentan ganarle, sino más bien sobrevivir.

El segundo lugar sería para el candidato Manuel Flores, del partido tradicional de izquierda Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), con un 2,9%. Casi empatado estaría el candidato Joel Sánchez, de la derecha tradicional representada por Alianza Republicana Nacionalista (Arena), con un 2,7% de cuota electoral. A los ínfimos porcentajes de intención de votos se suman Luis Parada, del joven partido Nuestro Tiempo, con un 1,1 %. Y en último lugar, Marina Murillo, del partido Fraternidad Patriota Salvadoreña, y José Javier Renderos, de Fuerza Solidaria, con un 0,6 % cada uno.

Ni los partidos nuevos, como Vamos y Nuestro Tiempo, ni los tradicionales de derecha e izquierda que gobernaron el país desde la década de los 90, han podido convencer a un electorado que parece hipnotizado por Bukele y su formación Nuevas Ideas. En 2019 los salvadoreños votaron en contra del bipartidismo tradicional del FMLN y Arena. Ahora, en 2024, todo apunta a que no sólo volverán a votar en contra de aquello, sino a favor del continuismo de Nuevas Ideas y las estrategias de su líder, calificadas de «autoritarias» por la oposición y organismos internacionales, que alegan que políticas como el famoso Plan de Control Territorial -la estrategia para reducir a cifras históricas la tasa de homicidios dolosos- vulneran los derechos humanos y las libertades básicas de los ciudadanos.

El país «más seguro»

Pero los alegatos se han quedado en eso, en alegatos. Con el país «más seguro de Latinoamérica» -habiendo reducido la tasa de homicidios a bajos históricos: cifras del Gobierno calculan 7,2 por cada 100.000 habitantes- y con un 90% de aprobación en su gestión, según la encuestadora Cid Gallup, Bukele es el presidente más popular del continente y será reelegido a bombo y platillo, a pesar de que esto está expresamente prohibido por la Constitución. Una 'reinterpretación' de la norma, hecha a medida por magistrados afines a Bukele, le permitirá extender su mandato hasta junio de 2029.

Por eso, más que suerte, el éxito de Bukele corresponde a un plan bien orquestado con una clara misión: ganarlo todo, a cualquier coste. Para muestra, un botón. En junio de 2023, la Asamblea Legislativa -que ya dominaba Nuevas Ideas- aprobó cambios en el Código Electoral. El objetivo era reducir el número de diputados de 84 a 60 y, sobre todo, imponer una nueva fórmula de asignación de escaños que beneficiara a los partidos mayoritarios e imposibilitaba la representación de los partidos pequeños. Las reformas fueron aprobadas y esa es una de las razones por las que los candidatos de Bukele podrían ocupar el 95% de los escaños del Parlamento.

Una 'reinterpretación' de la Constitución, hecha a medida por magistrados afines, le permitirá extender su mandato hasta 2029

 

La batalla que tampoco se peleará es la de la Asamblea Legislativa. Allí también pareciera que todo ya está escrito. Si las encuestas aciertan, Nuevas Ideas ocupará 57 de los 60 escaños, ejerciendo un control total e invisibilizando a la oposición. Solo tres escaños serían disputados entre el resto de partidos. Y aquí pierden todos: opositores tradicionales, jóvenes y antiguos aliados.

Partidos aliados de Bukele como la Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana) y el Partido de Concertación Nacional (PCN) han perdido su base de votantes y podrían desaparecer. Los electores no ven ninguna diferencia entre votarles a ellos o votar al todopoderoso Nuevas Ideas.

En riesgo

La izquierda también vive sus peores días. El FMLN tampoco sumaría los votos necesarios para ocupar por lo menos un escaño y quedaría fuera del Parlamento. Solo la derecha estaría representada: Arena lograría dos escaños y el Partido Demócrata Cristiano (PDC), uno. Juntos, sumarían una oposición de tres diputados frente a 57 oficialistas. Lo que es igual a nada.

Además, la ley electoral salvadoreña establece que para evitar la cancelación de su personalidad jurídica, las agrupaciones políticas deben obtener como mínimo 50.000 votos en la elección a diputados de la Asamblea Legislativa o lograr, al menos, un escaño en el Parlamento. Si las encuestas aciertan, Gana y PCN podrían desaparecer, y FMLN dependería del voto de sus afiliados para rascar los 50.000 votos y resistir cinco años más.

¿Hay esperanza para la oposición? Quizás. Más que buscar convencer a los votantes de Bukele, la oposición se lanza a los votantes nulos y al abstencionismo. Las encuestas predicen que un 15% del electorado piensa abstenerse y un 6% buscará anular su voto. Así, la esperanza de la decrépita oposición está puesta en quienes no tienen esperanza alguna. He ahí el dilema.

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