El primer ministro iraquí ordena la expulsión de la embajadora sueca tras los ataques a la embajada en Bagdad

El autor de la quema del libro fue Salwan Monika, un refugiado iraquí en Suecia crítico con el Islam. La manifestación de protesta, encabezada por simpatizantes del influyente clérigo chií iraquí Muqtada al Sadr, se fue caldeando hasta que, una hora después, la embajada fue asaltada y los manifestantes incendiaron el edificio. Las redes comenzaron a difundir fotografías de banderas iraquíes ondeando ante las llamas, hasta que intervino la policía, que disolvió a los manifestantes con cañones de agua y abrió paso a los bomberos.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Irak, en una primera reacción todavía de madrugada, condenó el asalto e informó a través un comunicado que el Gobierno de Bagdad había desplegado a las fuerzas de seguridad para identificar a las personas implicadas y exigir responsabilidades a los culpables.

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Pero poco después el Ministerio sueco respondió con otro comunicado que dejaba claro que las cosas no quedarían así. «El personal de nuestra embajada está a salvo y el Ministerio de Relaciones Exteriores está en contacto constante con ellos», aclaraba e texto, «pero condenamos todos los ataques a diplomáticos y personal de organizaciones internacionales y recordamos que las autoridades iraquíes tienen la responsabilidad de proteger las misiones diplomáticas y el personal diplomático».

La embajadora Jessica Svärdström ilustró la queja describiendo que «la oficina de la embajada ha sido registrada, destrozada e incendiada» y recordó que es la segunda vez en poco tiempo que se produce un ataque contra la sede diplomática. «Estos ataques son completamente inaceptables». «Las autoridades iraquíes tienen la obligación inequívoca de proteger las misiones diplomáticas y el personal diplomático en virtud de la Convención de Viena y está claro que las autoridades iraquíes han fallado gravemente en esta responsabilidad», acusó al Gobierno de Bagdad el ministro sueco de Exteriores, Tobias Billström.

Como respuesta, el primer ministro de Irak ordenó la expulsión de la embajadora sueca de Irak y el retiro del encargado de negocios iraquí de Suecia.

«El Gobierno sueco se toma esto muy en serio», había añadido Ebba Busch (KD), la número dos del gobierno, «es una situación en la que hay que actuar con todas las herramientas legales a nuestra disposición». Pero fue el ex ministro de Exteriores Carl Bildt, conservador, el que pocas horas más tarde advirtió que «si otra quema del Corán tiene lugar en Estocolmo, me temo que tendremos más problemas.

Y esta situación ya es bastante mala«. Llamaba así la atención sobre el hecho de que hoy jueves está prevista una manifestación en la zona próxima a la Embajada de Irak en Estocolmo en la que es posible que se repita la quema del Corán. La Policía sueca asegura que ha preparado un dispositivo de vigilancia con cámaras y un sistema de vigilancia aérea para »investigar, prevenir el crimen y el desorden«, según un comunicado policial, que precisa que las medidas de seguridad estarán vigentes entre las 12:00 y las 16:00 horas.

Mientras tanto, el gobierno iraquí mostraba reacciones contradictorias. Por una parte confirmaba que unas veinte personas habían sido detenidas en relación con el ataque a la embajada y que serán juzgadas por el Tribunal de Instrucción de Karj, en Bagdad, según un escueto comunicado difundido por el Consejo Judicial Supremo qe no identificaba a los detenidos, pero que hablaba de «una violación de la seguridad». Por otra parte, el gobierno de Bagdad amenazaba con romper las relaciones diplomáticas con Suecia «si se quema el Corán de nuevo en su territorio».

La quema del Corán ha ocasionado múltiples tensiones internacionales y también internas. La semana pasada, la policía sueca hubo de autorizar también una protesta ante la embajada de Israel en Estocolmo en la que los organizadores tenían previsto quemar una Biblia y una Torá, una decisión que fue condenada por Israel y por organizaciones judías.

La policía insiste en que, en sintonía con la legislación sueca, otorga permisos para actos públicos, no específicamente para quema de libros sagrados. «La policía no emite permisos para quemar textos religiosos, la policía otorga permisos para reuniones públicas y para expresar una opinión», se esfuerza por explicar Carina Skagerlind, jefa de Comunicación de la policía de Estocolmo, «es una distinción importante«.

Finalmente, el musulmán de 32 años Ahmad A., que había convocado el acto, renunció a quemar los libros y explicó que su intención era en realidad denunciar a los que queman libros sagrados como el Corán. «Quiero mostrar que la libertad de expresión tiene límites que hay que tener en cuenta, quiero mostrar que debemos respetarnos unos a otros, vivimos en la misma sociedad: lo que quería mostrar es que no está bien hacerlo», dijo, tras lo cual la manifestación se disolvió pacíficamente.