Kenia entierra sus fantasmas a golpe de Constitución

El resultado de la consulta, a la que estaban llamados cerca de 12 millones de kenianos, no se conocerá hasta mañana; aunque los primeros sondeos ya apuntan a su posible aprobación . Sin embargo, sólo el intento de formulación de sus dos puntos clave, inexistentes en la mayoría de las democracias regionales, ya es una victoria moral.

En el primero de ellos, se otorga un mayor control al Parlamento sobre la figura presidencial e inicia una descentralización política que busca reducir la asfixiante corrupción política. En el segundo, se introducen nuevas vías jurídicas para la adquisición de tierras públicas -Kenia subsiste principalmente de la agricultura-, mientras que otorga a las mujeres nuevos derechos sobre la propiedad del terreno, principalmente en cuanto a las herencias.

Una modernizadora declaración de intenciones, a la que se han opuesto los «rojos» o partidarios del «No», quienes liderados por las iglesias tradicionales y el ex presidente Daniel Arap Moi, combaten dos puntos específicos: el aborto terapéutico -el nuevo texto mantiene la prohibición del aborto, con la excepción de los casos en que la madre corra peligro de muerte- y los tribunales islámicos familiares.

Sin embargo, y pese a que la campaña estuvo cargada de cierta tensión - seis personas fallecieron en un ataque con granadas durante un mitin - la jornada electoral transcurrió sin incidentes de gravedad. No obstante, en previsión de futuros conatos de violencia, más de 18.000 miembros de seguridad fueron desplegados en los principales «puntos calientes» como en el valle del Rift.

La actual Constitución keniana data de 1963, lo que convierte al país subsahariano en uno de los escasos países que no habían iniciado reformas desde su independencia, como en el caso de Uganda, que modificó su Carta Magna en 1995, o Etiopía, quien la aprobó un año antes.