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Los israelíes desplazados en Tel Aviv por la guerra: «Nos estamos volviendo locos. No sabemos cuándo volveremos»

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Galia Sopher, refugiada en un hotel al norte de Tel Aviv C. Apaolaza
Chapu Apaolaza

Chapu Apaolaza

Enviado especial a Tel Aviv

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Anochece y se ha desatado una tormenta abundante y rabiosa. Cae agua de las siete galerías del paraíso. Uno se espera que aquí le caiga del cielo cualquier cosa menos un aguacero, pero se mojan los 'riders', las camareras de las terrazas que recogen empapadas ... las mesas y los soldados de la Unidad 504 que reptan por los charcos mientras rodean, silenciosos como fantasmas, los bastiones de Hamás en Jan Yunis, al sur de Gaza. El agua se cuela entre los cascotes y por los agujeros de bala de los cristales, que siempre parecen el mismo. Llueve y la gente se encoge desprotegida como si aún no se hubieran inventado el paraguas ni el pararrayos. Los locales saben distinguir los truenos del sonido de la artillería; lo cierto es que se dan un parecido inquietante. Ha llovido tanto que se desbordan las alcantarillas y se diría que esta guerra se libra en Pamplona. La lluvia en Tierra Santa tiene, como todo aquí, algo de bíblico por solemne, profético y premonitorio de alguna cosa, aunque no acierto a saber de cuál. En los lugares en los que nada tiene sentido, todo parece esconder un significado.

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