Los israelíes desplazados en Tel Aviv por la guerra: «Nos estamos volviendo locos. No sabemos cuándo volveremos»
Viaje a la herida IV
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Enviado especial a Tel Aviv
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Iniciar sesiónAnochece y se ha desatado una tormenta abundante y rabiosa. Cae agua de las siete galerías del paraíso. Uno se espera que aquí le caiga del cielo cualquier cosa menos un aguacero, pero se mojan los 'riders', las camareras de las terrazas que recogen empapadas ... las mesas y los soldados de la Unidad 504 que reptan por los charcos mientras rodean, silenciosos como fantasmas, los bastiones de Hamás en Jan Yunis, al sur de Gaza. El agua se cuela entre los cascotes y por los agujeros de bala de los cristales, que siempre parecen el mismo. Llueve y la gente se encoge desprotegida como si aún no se hubieran inventado el paraguas ni el pararrayos. Los locales saben distinguir los truenos del sonido de la artillería; lo cierto es que se dan un parecido inquietante. Ha llovido tanto que se desbordan las alcantarillas y se diría que esta guerra se libra en Pamplona. La lluvia en Tierra Santa tiene, como todo aquí, algo de bíblico por solemne, profético y premonitorio de alguna cosa, aunque no acierto a saber de cuál. En los lugares en los que nada tiene sentido, todo parece esconder un significado.
Un kibutz sin kibutz
Viajamos vanamente en busca de respuestas y hacemos fonda en las más curiosas posadas. Este es un hotel de cinco estrellas gran lujo en la playa al norte de Tel Aviv, uno de los cientos en los que el Gobierno ha alojado a los 240.000 desplazados israelíes por la guerra. El sur y el norte están vacíos y el centro, hasta la bandera, como si hubieran plegado el país en tres. «No creo que volvamos antes de final de año», explica Galia Sopher a un grupo de periodistas de un viaje de la organización norteamericana Fuente Latina.
Galia escapó del kibutz Mefalsim el 8 de octubre después de un día escondida con su familia en el refugio. Sus dos hijos de cuatro y seis años iban sentados en el suelo del coche para que no vieran la carretera sembrada de cuerpos acostados que esquivaban conduciendo en zigzag. Estaban contentos porque no llevaban cinturón de seguridad. Los chicos tienden a pensar que el mundo se acaba y por eso, desde ese día les repite un mantra: «Estáis aquí. Estáis conmigo. Estáis seguros». Viven con el resto del kibutz en este Arca de Noé con spa y banderas de Israel colgando de las ventanas de las habitaciones. Han decidido no separase. «Nuestra comunidad tiene sentido si seguimos juntos», aclara. Son un kibutz sin kibutz. Se reúnen, toman las decisiones, los críos estudian en el mismo grupo, hacen actividades como si en lugar de en un resort con salón de masajes, bar 'cuqui' en el 'rooftop' y mesa de billar con forma de Cadillac de los 60, vivieran aún en su humilde y querido poblado. «Nos tratan muy bien, pero nos estamos volviendo locos aquí dentro. No sabemos cuándo volveremos. Tendremos que tomar esa decisión entre todos». Fuera, el viento de Poniente ha levantado un pico de olas que aprovechan los surfistas ajenos al vaivén de soldados con fusiles de asalto que escoltan el edificio. Por la televisión llegan las noticias de posiciones como la del Gobierno de España contrarias a la respuesta israelí. «El antisemitismo crece en Europa y en el resto del mundo como una moda. Queremos creer que vendrá otra moda que haga pasar esta. Esperemos que baje».
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La guerra de las bocas
Toda esta maldita guerra y los ataques terroristas que la provocaron mantienen con el agua una relación curiosa si se tiene en cuenta que este conflicto se libra en el desierto. El Ejército israelí ha comenzado a bombear agua de mar en los túneles de Hamás para hacer salir a los terroristas de sus madrigueras. En los cuarteles del IDF en Tel Aviv, han bautizado al conflicto como 'La guerra de las bocas', pues se libra junto a las entradas de los túneles, unas 800, de las que 350 ya han sido inutilizadas. El resto se inundará en unas semanas. El cielo en este caso está de parte de los israelíes, pues al calar las precipitaciones en la tierra reseca, el suelo húmedo podría acelerar el proceso. Claro que esta podría ser una teoría más sobre la guerra, pues hay más teorías que sombreros; todos tienen uno, menos yo, porque me han perdido la maleta y llevo días esperándola. La experiencia me dice que no es una cobertura como Dios manda si no has tenido que ir a la tienda a por mudas al menos un par de veces.
Cuando soltaron a los perros el 7 de octubre y mataron en su incursión a 1.200 personas, bautizaron a la operación como 'La inundación de Al-Aqsa', pues justifican su carnicería en que los israelíes desalojaron la mezquita de Jerusalén en abril de 2023. Todo tiene un significado que en Europa no se alcanza a comprender. Dicen que en la filtración de las fotos de los detenidos desnudos sentados en el suelo de Gaza se escinde una demostración implícita de poder como la hubo en la difusión de las imágenes de la masacre en directo en los canales de Hamás por incomparables que sean. Hace unos días, aparecieron en las redes unas papeletas escritas en árabe supuestamente que las FDI habían lanzado supuestamente sobre Gaza en las que se leían unos versos del Corán: «Entonces, el diluvio los alcanzó mientras persistían en su maldad».
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