Irak prohíbe el alcohol y aumenta la discriminación contra su minoría cristiana

Antes de la caída de Sadam Husein, como consecuencia de la ofensiva militar dirigida por EE.UU., se calculaba que los cristianos iraquíes constituían el 6 por ciento de la población del país. Tras la desastrosa presencia norteamericana en Irak, que concluyó hace poco con la salida de las últimas tropas de EE.UU., el ascenso de los movimientos islamistas ha ido a la par con la discriminación de los cristianos árabes. Se desconoce cuántos han optado por el exilio en las últimas dos décadas.

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La medida contra el alcohol ha sido calificada por los analistas como un paso más en el alineamiento del gobierno islamista de Bagdad, donde son mayoría los partidos chiíes, con el régimen fundamentalista y antinorteamericano de Teherán. En Irán, la prohibición del alcohol -tal como establece el Corán y la Sharía, la ley islámica- está vigente para todo el país desde el triunfo de la revolución de Jomeini, en 1979, pese a que también cuenta con importantes minorías no musulmanas.

Representantes de la región iraquí del Kurdistán han anunciado que será el gobierno de la autonomía quien decida si se aplica en ella la norma de Bagdad. Mantener en ese territorio la tolerancia en el consumo del alcohol permitiría así a los kurdos presentarse como más moderados a los ojos de la comunidad internacional, y dar otro paso adelante en sus ambiciones de independencia.

Las bebidas alcohólicas eran muy populares en Arabia en los tiempos de Mahoma -tanto el término 'alcohol' como el de 'alambique' son árabes-, pero fueron prohibidos de modo tajante por el profeta por ser fuente continua de reyertas entre los beduinos. La estricta observancia de esa norma entre los islamistas se agudiza en los regímenes con teocracia, donde la Policía de la Moral persigue la venta y consumo clandestinos. Entre las anécdotas más recientes de 'conflictos diplomáticos' se recuerda la visita a París del presidente iraní cuando el socialista Hollande estaba en el Elíseo. El dirigente iraní se negó a sentarse en una mesa donde se sirviera vino. Y el jefe de Estado francés se negó a retirar un producto esencial de la gastronomía y la cultura francesa. El almuerzo tuvo que suspenderse.