Hénin-Beaumont, un antiguo feudo comunista rendido a Marine Le Pen: «La izquierda nos abandonó»
La ruina y el final de la minería en los años 80 destronó al PCF tras cuarenta años de poder
La Bolsa de París y la prensa financiera se alarman por temor a una victoria de Le Pen en Francia
En Francia, la derecha radical de Le Pen tiene más votos que todas las izquierdas juntas
Corresponsal en París
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Iniciar sesión«¡Buenos días…!», digo con cierto brío, a eso de las once de la mañana del jueves, al entrar en el Café de la Paix de Hénin-Beaumont, feudo electoral de Marine Le Pen a 190 kilómetros al norte de París, a dos pasos ... de la alcaldía. El saludo sonriente es recibido con un silencio absoluto por la docena de clientes que me miran pasablemente extrañados. El camarero que me atiende cuando pido un café solo, doble, me explica el silencio: «No se preocupe. La gente del pueblo siempre es un poco reservada con los extranjeros que llegan…».
A dos pasos del Café de la Paix, el servicio de seguridad de la alcaldía de Hénin-Beaumont no está para gracietas ni bromas fotográficas. El alcalde, Steeve Briois, líder de la extrema derecha local y regional, está ocupadísimo, pero puede transmitirme un mensaje claro y contundente: «Soy concejal de este pueblo desde hace treinta años. Soy alcalde desde hace diez años. La buena gente de Hénin-Beaumont me conoce bien. Y han podido comprobar que soy un buen gestor. El pueblo está más limpio. Los impuestos están controlados. Estoy convencido de que somos un buen ejemplo, como tantos otros pueblos gobernados por mi partido, que está llamado a gobernar Francia, mañana, con Jordan Bardella como primer ministro».
Varios triunfos
Bardella, el líder emergente de Agrupación Nacional (AN, extrema derecha), el partido de Marine Le Pen, consiguió el 60% de los votos el 9 de junio, cuando Europa elegía su nuevo Parlamento. Dos años antes, Le Pen había conseguido el 67,15% de los votos en la primera vuelta de la elección presidencial que terminó ganando Emmanuel Macron.
Esas cifras describen la trayectoria triunfante de la extrema derecha en un antiguo bastión comunista.
Hénin-Beaumont (26.000 habitantes), en el norte de Francia, muy cerca de la frontera belga, es un símbolo emblemático de las metamorfosis económicas, sociales y políticas de Francia. Durante la segunda mitad del siglo XIX fue una ciudad minera, con mucha inmigración europea: polacos, italianos, españoles. El gran héroe local de la época fue Benoît Broutchoux, sindicalista libertario, anarquista. Entre la primera y la segunda guerra mundial, entre 1914 y 1939, Hénin-Beaumont fue una ciudad socialista. A partir de 1940, la ciudad se transformó en un bastión del PCF, que duró unos 40 años. A partir de los años 80 del siglo pasado, la ruina y el fin de las minas coincidieron con la implantación de la familia Le Pen, que es la fuerza política mayoritaria desde principios de siglo.
En apenas veinte años, la familia Le Pen ha convertido Hénin-Beaumont en un símbolo de su ascensión y en un feudo electoral, donde son muy visibles todos los indicadores del crecimiento de la extrema derecha: mucha inmigración, mucho paro, precariedad y pobreza masivas: más del 30% de la población vive del seguro del desempleo.
Marianne (setenta y poco años), vestida como una señora, de paseo, acompañada de un joven en el paro que cobra 12 euros la hora, me comenta su experiencia personal de este modo: «Mire usted, me eduqué en una escuela de religiosas. Mi padre era funcionario cuando nos gobernaban los comunistas. Hubo muchas huelgas. Pero todo fue un fracaso. Los políticos de izquierdas, socialistas y comunistas, nos abandonaron. Solo Le Pen vino a darnos la mano. Casi toda mi familia vota por ella».
En apenas veinte años, la familia Le Pen ha convertido Hénin-Beaumont en un símbolo de su ascensión
Franky (28 años) se gana unos euros acompañando a Madame Marianne, de tanto en tanto, y tiene pocas ideas políticas, pero claras: «En su juventud, mi padre fue sindicalista comunista de la CGT, hasta que los sindicatos nos abandonaron. Mi padre rompió su carta de afiliado. Yo soy poco político. Pero Jordan Bardella me parece joven, como yo. Y dice unas cosas que son distintas a las de los políticos de antes».
Crisol cultural
En el mercadillo de Hénin-Beaumont, la gran mayoría de los puestos que venden de todo, de ropa interior femenina a pastas, se cruzan sin mirarse señoras francesas 'de toda la vida' y señoras francesas 'de nuevo cuño', inmigrantes musulmanas, asimiladas o por asimilar.
Cuando intento conocer la opinión del señor que atiende uno de esos puestos sobre esa 'cohabitación' de clientelas locales, me da la espalda horrorizado, negándose a responder. Por el contrario, una señora de cierta edad, Georgina, me dice, sin preguntarle: «Cómo se le ocurre. Conozco a Fréderic de toda la vida. Y tiene que ganarse la vida con lo que hay. Y hay mucha clientela mora, con velo. Qué quiere usted. Han llegado. Y se quedan. No sé si hay dinero para todos, en este pueblo».
Marine (35 años), soltera, atiende con un éxito relativo su puesto de chocolates, galletas, chucherías, toallas, trapos de cocina. Ella no tiene problemas mayores: «Las cosas que yo vendo interesan más a los franceses de toda la vida. Yo vendo por todos los pueblos de la región. En algunos casos, me compran chucherías chicas de la inmigración, que se pirran por la dulcería, pero ellas visten sin sábanas ni todo eso. Sus madres siguen siendo moras beatas, pero ellas salen y les gustan las discotecas. Como a todos los jóvenes».
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