Gaza: un largo e incierto camino hacia la paz
Para el Gobierno de Israel y para Hamás es el meollo de un juego existencial y macabro por la supervivencia
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Iniciar sesiónEn la franja de Gaza, Hamás cuenta con el apoyo general de la población. Utiliza ésta tanto de escudo como de cobertor para ocultar sus órganos de mando, infraestructuras y armamentos. Ello hace que las operaciones de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) produzcan, ... inevitablemente, bajas civiles. Lo que se aprovecha para estigmatizarlas mediante una acreditada estrategia de comunicación victimista. Por su parte, el Gobierno de Israel está creciente y brutalmente presionado tanto desde dentro por familiares de los secuestrados y fuerzas políticas (la reciente dimisión del ministro Gantz es la más reciente prueba de ello), como desde el exterior (incluyendo su gran valedor norteamericano). Ello genera una atmósfera muy ácida para con las operaciones de las FDI, que persiguen lo que el primer ministro israelí, Netanyahu, califica como «victoria total». Es decir, el logro de las dos finalidades esenciales de la campaña: la liberación de todos los secuestrados por Hamás y la destrucción de la capacidad operativa de esta organización terrorista.
El pasado sábado por la mañana, se produjo una ilustrativa operación de las FDI en el campo de desplazados de Nuseirat el cual, localizado en el tercio central de la Franja, está monitorizado por la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. Las fuerzas israelíes, en una eficaz acción conjunta de inteligencia y fuerza operativa, y en ambiente muy hostil, lograron rescatar a tres varones y una mujer cautivos en dos casas de palestinos. Ello abona, entre otras, tres conclusiones inapelables. La primera es que Hamás retiene cierta capacidad operativa en toda la Franja. La segunda confirma que los terroristas utilizan instalaciones civiles, tanto particulares como internacionales o de ONGs, para encubrir y fraguar sus crímenes y, consecuentemente, han de contar con la complicidad, al menos pasiva, de personal de tales organizaciones. La tercera evidencia, la continuada y criminal utilización de seres humanos cautivos como prendas de chantaje. Un escenario que dilata en el tiempo la previsión de un alto el fuego, mientras Tel Aviv persista en su legítimo derecho de alcanzar esa victoria total que sueña Netanyahu.
Es desde tal perspectiva como hay que analizar la propuesta de Biden, del pasado 31 de mayo, orientada a finiquitar las hostilidades. Un plan que, el pasado lunes, fue apoyado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Consta de tres etapas. Una, de alto el fuego de seis semanas, y de repliegue de las FDI desde las zonas más pobladas de la Franja. Dos, de incremento de la ayuda humanitaria, así como de intercambio de los secuestrados por Hamás, por presos palestinos en las cárceles israelíes. Y tres, de alto el fuego permanente, de devolución de los restos mortales de los fallecidos durante el cautiverio y de comienzo de la reconstrucción de la Franja.
El finiquito de las hostilidades es el aspecto más controvertido del proyecto, porque tanto para el Gobierno de Israel como para la cúpula de Hamás ese remate constituye el meollo de un juego existencial y macabro por la supervivencia. La política en el caso de Netanyahu, quien difícilmente aceptaría el finiquito sin haber desbaratado previamente la capacidad operativa de Hamás: eso sería perder la guerra. La física, en el caso de Yahya Sinwar, quien no soltaría a los cautivos si no pudiera exhibir tal acción ante las masas yihadistas y palestinas como divisa victoriosa.
Dejando al margen los otros frentes asociados lo que no es poco aparcar, resulta difícil imaginar el día después de un supuesto alto el fuego permanente en la Franja. Ya fuera fruto del plan Biden, o de otros alternativos, o complementarios o, incluso, tras una hipotética victoria total como la concebida por Netanyahu. ¿Acaso el futuro pasaría por que Israel se quedara en Gaza troceándola con pasillos parecidos al ya existente corredor de Netzarim de bases militares y 'checkpoints' y, responsabilizándose así de toda la población palestina? O, quizás, ¿se introduciría un modelo mixto con una Franja bajo control administrativo de la Autoridad Nacional Palestina con el despliegue en ella de tropas internacionales de países árabes? O, tal vez, ¿consistiría en una solución no ya de dos sino de tres estados: Israel, Cisjordania y Gaza? Esto va para largo…
El autor es teniente general retirado del Ejército de Tierra. Fue jefe del Eurocuerpo y de la Fuerza Terrestre y director general de Política de Defensa en el Gobierno de Zapatero. Ocupó la jefatura de la División de Estrategia y Cooperación Militar del Estado Mayor de la Defensa, así como de la División de Logística del Mando Supremo de la OTAN.
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