La estrategia de 'apoyo flexible' de la OTAN a Ucrania
La Alianza persigue que el Ejército ucraniano desgaste al ruso sin provocar una guerra abierta de sus miembros contra Rusia
La OTAN espera que Ucrania sea «responsable» en sus ataques a posiciones de Rusia y rechaza que sea una escalada
Rusia acusa a la OTAN de «elevar las tensiones» e incitar a Ucrania a continuar «una guerra sin sentido»
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Iniciar sesiónMientras las tropas rusas siguen lentamente ganando la iniciativa de las operaciones en el teatro ucraniano, las actividades políticas y el planeamiento superior en el seno de la OTAN se suceden sin pausa. La Alianza viene desarrollando una suerte de estrategia de «apoyo ... flexible» a Kiev, consistente en graduar los medios militares entregados a las tropas ucranianas, para que éstas puedan desgastar la potencia de combate de las rusas, a la vez que sorteen el trance de provocar una guerra abierta entre Rusia y los EE.UU./OTAN.
Esas cortapisas autoimpuestas al flujo de las ayudas ha sido tónica imperante desde que, en abril de 2022, Washington y Londres disuadieran a Kiev de firmar con Moscú un alto el fuego que podría haber finiquitado rápidamente las hostilidades. En el progreso de tal estrategia, se han ido quemando etapas y perforando sucesivas líneas rojas que se habían sacralizado como inmutables. Así sucedió, por ejemplo, con las bombas de racimo, o con el alargamiento de los alcances de las armas de fuego potente, o con los carros de combate.
Ahora se está a la espera de los cazabombarderos F-16, cuya entrega está pendiente hasta completarse la correspondiente formación de tripulaciones. Previsiblemente, como ya sucedió con los carros de combate, tales aviones no serán la panacea. Por el contrario, aparte de la pesada carga logística que conllevarán, pasarán a engrosar las listas rusas de objetivos a batir que, en muchos casos, se localizarán en bases en territorio OTAN. Idea que confronta brutalmente contra la intención de evitar una guerra abierta entre Rusia y EE.UU./OTAN. Mientras tanto, ambos conjuntos siguen preparándose para afrontar, en su caso, un conflicto mayor. El primero, actualizando y reforzando sus capacidades de ataque incluso desde submarinos y su aviación estratégica, así como contra sistemas norteamericanos esenciales como, por ejemplo, el RQ-4 Global Hawk de drones ISR (inteligencia, vigilancia y reconocimiento). El segundo, acumulando y desarrollando un nuevo despliegue de fuerzas mirando hacia Rusia donde, por cierto, España pretende jugar un papel de primera línea en la frontera eslovaco-magiar con Ucrania.
Rusia y Ucrania también combaten en terreno africano
Andrés Gerlotti SlusnysEn el marco de esa estrategia de respuesta flexible, los donantes están acelerando el ritmo de entregas a Ucrania. Ello es la más contundente prueba de la creciente debilidad de las capacidades de las tropas ucranianas, con particular incidencia en el campo de los recursos humanos. Lo que incita al incremento del personal de países aliados necesario para gestionar y operar los nuevos y más sofisticados sistemas transferidos a Ucrania. Washington y Berlín, países de mayor volumen de transferencias, acaban de aligerar sus listas de 'caveats' (advertencias o restricciones) para empleo de las armas entregadas, o por entregar a Ucrania arrastrando con ello a los demás. Por ello, necesitan hacer piruetas semánticas como las del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, declarando que las de mayor alcance solo podrán emplearse contra objetivos en Rusia próximos a la frontera con Ucrania. Recuerda aquella 'boutade' de nuestra ministra de Defensa, Margarita Robles, cuando afirmaba que España solo transferiría a Ucrania armas «defensivas», mientras preparaba la entrega de carros de combate, que son, por excelencia, el armamento más ofensivo y de choque de la infantería. La marejada de ocurrencias contempla, incluso, el derribo, desde suelo OTAN, de aviones y misiles rusos operando en los espacios ucranianos, lo que constituiría, seguramente, el 'casus belli' que se pretende evitar.
Ahora se está a la espera de los cazabombarderos F-16, que previsiblemente, como ya sucedió con los carros de combate, no serán la panacea
Todo eso supera lo que podría considerarse una fina guerra psicológica. Dibuja, por el contrario, un grosero camino hacia un conflicto generalizado. Lo más chocante es que no parezca contemplarse la posibilidad de que, en algún momento, Moscú recurriera al empleo controlado del arma nuclear como aviso y herramienta para decantar un alto el fuego en Europa. O, todavía más peligroso, que provocara una respuesta nuclear de la OTAN. De momento, hasta las elecciones de noviembre en EE. UU., podríamos seguir deslizándonos por la escalatoria Guerra Fría actual. Después de tales comicios, esta guerra tal vez se enfríe más. Tanto, que acabase por calentarse de verdad.
El autor es teniente general retirado del Ejército de Tierra. Fue jefe del Eurocuerpo y de la Fuerza Terrestre y director general de Política de Defensa en el Gobierno de Zapatero. Ocupó la jefatura de la División de Estrategia y Cooperación Militar del Estado Mayor de la Defensa, así como de la División de Logística del Mando Supremo de la OTAN.
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