Cuestiones periféricas en la Guerra de Ucrania

EL ANÁLISIS TÁCTICO DEL GENERAL (R) PITARCH (11/07/2023)

Tras 500 días desde el comienzo de las hostilidades, la actual actividad operativa no se traduce en cambios de situación significativos sobre el terreno

Contraofensiva estancada

Tras más de 500 días desde el comienzo de las hostilidades, la actual actividad operativa en el teatro ucraniano no se traduce en cambios de situación significativos sobre el terreno. Ni las tropas rusas muestran intenciones de seguir avanzando, ni la voceada «gran» contraofensiva ... ucraniana logra desalojarlas de unas posiciones defensivas que ya están entre medio y fuertemente organizadas. Pero la atención mediática e, incluso, la de los servicios de inteligencia occidentales está volcada en cuestiones más «periféricas». Ejemplo de ello serían las insistentes y desestabilizadoras acusaciones ucranianas sobre supuestas intenciones rusas para, mediante explosivos, provocar una catástrofe en la Central Nuclear de Zaporiyia, que fue ocupada por las tropas rusas poco después del comienzo de la invasión. Eso ha dado lugar a una inspección de la central, el jueves pasado, de técnicos de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, sin que ellos hayan podido confirmar las denuncias ucranianas, al no encontrar indicios de la presencia de tales preparativos (minas o explosivos).

Otro tema circundante es el de Prigozhin y su fallido motín. Sobre el líder de Wagner nadie sabe con certeza dónde podría estar. Ni tan siquiera si todavía está entre nosotros. Se dice que pudiera estar en Bielorrusia, o en Rusia. Se afirma, asimismo, que se entrevistó, cinco días después de la asonada, con el mismísimo Putin. Incluso se habla de que podría estar en África. Lo más claro es que la sedición no prosperó, así como que no obtuvo, o le fallaron, los apoyos militares que Prigozhin pudiera tener. Por el contrario, Putin aparece con renovado impulso a los mandos de su país. También es diáfano que ni a bálticos ni polacos les acaba de gustar la posibilidad de tener a los wagneristas acantonados en su vecindario bielorruso. Y eso tensiona a la OTAN.

De particular relevancia, todavía periférica, es la anunciada decisión norteamericana de dotar a las tropas ucranianas de municiones de racimo. Armamento cuya producción, almacenamiento, uso y transferencia está prohibida por la Convención de Municiones de Racimo, en vigor desde agosto de 2010. Son proyectiles, a modo de contenedores, que se lanzan contra el enemigo y que explotan en el aire, dispersando una gran cantidad de pequeñas bombetas. Son, por tanto, armas que no baten objetivos concretos, sino zonas.

Cuando las ojivas portadoras se abren las submuniciones se desperdigan sobre el terreno y, no infrecuentemente, quedan sin explotar suponiendo así un grave peligro para la población civil. Más de 110 países han firmado, hasta el momento, dicha Convención. Entre los firmantes figuran todos los países europeos miembros de la OTAN y Canadá. Entre los no firmantes están EE. UU., Rusia y Ucrania. Y así, la decisión de Washington (que tiene excedentes millonarios de tales armas, empleadas en la guerra de Irak) ha creado una fuerte controversia en el seno aliado. Lo más chusco ―por no decir grosero―, es que Jens Stoltenberg, quien fuera uno de los más furibundos impulsores de la prohibición de tales armas ―la Convención se abrió a la firma en Oslo (Noruega) en diciembre de 2008 siendo él primer ministro de ese país―, sea quien, ahora, como secretario general de la OTAN, aparezca en actitud egipcia, poniéndose de perfil ante la iniciativa norteamericana.

En estos días se está celebrando en Vilna (Lituania) la cumbre de la OTAN. Los jefes de estado y de gobierno de la organización se enfrentan a una prolija agenda con muchos puntos todavía abiertos. Habrá de esperar a las conclusiones para ver cómo quedan todos los temas. De entre ellos, resalta la entrada de Suecia en la Alianza que parece estar resuelta, si bien todavía necesita de su aprobación por el parlamento turco. La de Ucrania queda aparcada, pero, para salvar la cara de Zelenski frente a su pueblo, se adoptarán medidas ―el engaño, que dicen los taurinos―, basadas en un programa plurianual de ayuda, y en la creación de un Consejo OTAN-Ucrania (que pudiera resultar tan inoperante como el Consejo OTAN-Rusia creado en 2002). Naturalmente, todo ello trufado con tiernas declaraciones de amor bilateral hacia Kiev en la esperanza de su ingreso en el hogar atlántico en un dudoso futuro. En fin, parece que las «razones» que propiciaron la guerra en Ucrania persisten, sin que se trasluzca el momento de su potencial decaimiento.

SOBRE EL AUTOR
PEDRO PITARCH

El autor es teniente general retirado del Ejército de Tierra. Fue jefe del Eurocuerpo y de la Fuerza Terrestre y director general de Política de Defensa en el Gobierno de Zapatero. Ocupó la jefatura de la División de Estrategia y Cooperación Militar del Estado Mayor de la Defensa, así como de la División de Logística del Mando Supremo de la OTAN.

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