claves de latinoamérica
El caos internacional beneficiará a Argentina, siempre que no sucumba a su propio desorden
La disfunción de las cadenas de suministros globales, la revalorización de la agricultura y una buena demografía pueden salvar a los argentinos de sus políticos
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Iniciar sesiónArgentina parecer vivir siempre al borde del precipicio: del precipicio económico y también del político, o de los dos a la vez. En ocasiones incluso va más a allá y se precipita en el vacío, pero entonces, sin saberse muy bien cómo, en la ... caída logra aferrarse a la pared del barranco y evitar el desastre absoluto.
Lo que salva a los argentinos es Argentina: un país con unas condiciones naturales tales –amplias llanuras cultivables, en clima templado y bien irrigadas, a las que más recientemente se han unido el petróleo y el gas– que es muy difícil hundirlo.
La gran paradoja de Argentina es que, si bien el peronismo ha lastrado el desarrollo económico del país, ese cuerpo de políticas basadas en el subsidio ha logrado una cosa indiscutiblemente buena –una, pero trascendente: ha resultado más fácil tener hijos. Hoy la pirámide de población de Argentina es única en el llamado primer mundo: cada cohorte generacional sigue siendo mayor que la anterior; cierto que los márgenes se van estrechando, pero la tasa de fecundidad sigue por encima de 2,1 hijos por mujer, que es el umbral del reemplazo poblacional.
Cristina Kirchner, la mujer que divide a los argentinos
Guadalupe Piñeiro MichelEl fiscal ha pedido 12 años de cárcel para ella por el caso 'Vialidad', el último de una retahíla de acusaciones de corrupción de las que se ha ido librando. Esta es la historia de una niña sin padre que ha escalado a lo más alto de la política argentina y de los amores y odios de sus conciudadanos
Población joven asegura mano de obra por mucho tiempo y retrasa para más avanzado el siglo cualquier estrés del Estado por el pago de las pensiones. Si a una mano de obra que es relativamente barata, porque lo es el nivel de vida (por los subsidios), se le añade que es razonablemente cualificada (por un buen nivel educativo) tenemos unas condiciones favorables para la inversión y la industria.
La paradoja se cierra entonces por el otro lado: las políticas expansivas de gasto público, en un contexto de reincidente falta de rigor presupuestario, provocan un perpetuo desbarajuste financiero que ahuyenta la inversión extranjera y limita el desarrollo. Con el peronismo no se mejora, sino que se sobrevive: se malvive en cada presente, con el único consuelo –para el que quiera verlo así– de que al menos el país preserva las condiciones para un despegue futuro (ahí siguen los recursos naturales y la saludable pirámide poblacional), si bien se trata de un futuro que nunca llega.
Romper el círculo vicioso
El círculo vicioso podría comenzar a romperse en esta misma década, según apunta en su último libro el analista geopolítico estadounidense Peter Zeihan. Ya en su anterior libro destacó las posibilidades de Argentina, superiores a las de Brasil, cree él, contrariamente a lo que suele pensarse. En «El fin del mundo solo es el comienzo», editado en inglés, advierte que el proceso de rápida desglobalización en el que el mundo ha entrado le va a poner a Argentina aún más en bandeja la oportunidad de despegue. Y además en una situación que al populismo peronista puede no tener que exigirle muchos cambios.
Si las cadenas globales de suministros se rompen y el comercio de largas rutas transoceánicas se interrumpe –ese es el pronóstico de Zeihan para esta misma década, una prospectiva que osadamente incluye también el colapso próximo de China– Argentina estará entonces más que capacitada para suministrar manufacturas a su entorno, liderando un «significativo 'boom' industrial regional», incluso a pesar de su permanente tendencia al proteccionismo: cuenta con renovada mano de obra, bien cualificada, sueldos moderadamente baratos y un mercado interno de 45 millones de personas. Zeihan sitúa a Argentina como tercer país del mundo (por detrás de Estados Unidos y Francia) que ha logrado un alto grado de desarrollo al tiempo que ha evitado un colapso de la natalidad.
El mundo que viene supondrá, según Zeihan, un retroceso de la industrialización en muchos lugares (llega a hablar, más dramáticamente, de «descivilización»), en el que la seguridad alimentaria otorgará a la agricultura una máxima importancia. Y ahí también destacará Argentina. Los países que sobresaldrán en este sector (por capacidad de producción, acceso a fertilizantes y maquinaria, posibilidad de exportación...) serán Francia, Estados Unidos y Canadá; pero en un siguiente nivel estarán Nueva Zelanda, Suecia y Argentina, por este orden.
Fernández, Massa y Kirchner
Un pronóstico así, desde luego, no empuja a que el Gobierno argentino corrija políticas que ciertamente no benefician a la presente generación (por más que puedan preservar las condiciones de despegues futuros, que tal vez nunca lleguen). Con una inflación interanual que a final de 2022 puede alcanzar el 90% (una de las más altas del mundo), una deuda pública próxima al 75% del PIB (de las más altas de Latinoamérica) y un desempleo por encima del 9%, el desajuste alcanza tales proporciones que el Gobierno de Alberto Fernández difícilmente puede ya ir tirando, sin más.
Los acuerdos alcanzados con el Fondo Monetario Internacional para moderación del gasto (un crédito del FMI de 44.000 millones de dólares, para cuya devolución el Gobierno deberá reducir alguna de sus prestaciones, como ciertas subvenciones al precio de la energía, cuyo total supone el 3% del PIB) dejan a Alberto Fernández y a su nuevo ministro de Economía, Sergio Massa (presidenciable peronista en 2015, mantiene aspiraciones de volver a ser candidato), con una muy complicada tarea.
Mientras, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner queda al margen de los apuros presupuestarios, entregada al sentimentalismo nacional, que tanto fomenta y del que tanto se beneficia y que se ha visto redoblado con el intento de asesinato de la semana pasada.
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